El
20 de noviembre del año 1975, después de una larga y lenta agonía, por fin
moría el dictador. Hoy, se cumplen 37 años de aquellas fecha histórica. La
muerte de Francisco Franco Mahamontes fue anunciada oficialmente en Televisión
Española. El presidente de su gobierno, Carlos Arias Navarro “el carnicero de Málaga”, con mirada perdida y la voz
entrecortada dio la noticia en la pantalla en blanco y negro. Después leyó
visiblemente abatido su testamento final intentando tranquilizar a través del
mismo a sus fieles seguidores dejándolo “todo
atado y bien atado “ y
garantizando la continuidad del régimen a perpetuidad. La pistola y el altar.
Españoles: Al llegar para mí la hora de
rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante Su inapelable Juicio, pido a
Dios que me acoja benigno a Su presencia, pues quise vivir y morir como
católico. En el nombre de Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser
hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir. Pido perdón a todos, como de
todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los
tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquéllos que lo
fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí
servir hasta el último aliento de mi vida, que ya sé próximo. Quiero agradecer
a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación en la gran
empresa de hacer una España unida, grande y libre.
Por el amor que siento por nuestra Patria, os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido.
No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros, y para ello deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda mira personal.
No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo.
Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria.
Quisiera, en mi último momento, unir los nombres de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos por última vez, en los umbrales de mi muerte:
¡ Arriba España ! ¡ Viva España !
Por el amor que siento por nuestra Patria, os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido.
No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros, y para ello deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda mira personal.
No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo.
Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria.
Quisiera, en mi último momento, unir los nombres de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos por última vez, en los umbrales de mi muerte:
¡ Arriba España ! ¡ Viva España !
Su larga agonía prolongada varías semanas artificialmente por el
equipo de médicos que le atendió hizo que muchas personas en este país
esperasen impaciente durante muchos días el desenlace final ... la muerte más
deseada. Pues solo con su muerte podría llevar la libertad arrebatada a punta
de pistola por el y sus generales cuarenta años atrás.
La vieja historia fantasmal de España, la que salpico de sangre
inocente las paredes de media España, con su muerte, tocó a su fin. Pero su
legado infame de muerte y sufrimiento supuso una desgracia pesadilla para
millones de personas en este país.
Con la pistola en una mano y el crucifijo en la otra, impunemente
asesino a cientos de miles de personas que aún hoy siguen desaparecidas. Con la
pistola en una mano y el crucifijo en la otra convirtió este país en un enorme
campo de concentración, obligando a cientos de miles de personas a perder su
juventud en las cárceles o en el exilio. Con la pistola en una mano y el
crucifijo en la otra instauró la represión y el miedo como política de estado
avocando de por vida al dolor, al sufrimiento, la vejación y la humillación a
millones de personas.
Fue un día que jamás olvidaremos. Mucha gente dentro y fuera de
España brindó tener conocimiento de ella, esperando por fin la ruptura. Y nada
más conocerse todo comenzó a desatarse.
Autor: Rafael Espino Navarro