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"....me encuentro bien. cuida mucho de los niños. Besos para todos" |
En
la madrugada del miércoles 5 de agosto de 1936, siete personas (entre ellas dos
mujeres) fueron conducidas maniatadas y fuertemente custodiadas por miembros de
la guardia civil y de la policía municipal, acompañados por algunos miembros
del somatén civil, de los que se sumaron en los primeros días del alzamiento
militar a las ejecuciones y asesinatos, al exterior de la cárcel municipal de
Aguilar de la Frontera.
Desde hacía varios días se encontraban detenidas en el antiguo
cuartelillo, que se ubicaba en las dependencias de la guardia municipal, en el
Ayuntamiento de Aguilar. Algunos de ellos fueron detenidos a finales del mes de
julio y otros lo han sido a comienzos del mes de agosto. Desde hace algunos días
han visto como esta misma operación se realiza todas las mañanas. Sus
compañeros de celda, salen maniatados a una cuerda de presos, con la escusa de
ser trasladados a Córdoba, pero sus familiares y amigos nunca más volverán a
verlos.
Introducidos a la carrera en un camión que espera fuera, son
trasladados a un paraje en la carretera nacional que une la capital de España,
Madrid con Málaga en dirección a la localidad de Monturque . Junto al puente
sobre el arroyo de Camarata. Es un lugar tan bueno como cualquier otro para
cometer en la mas absoluta complicidad de la noche los asesinatos que tienen
encomendados realizar. No han sido los primeros, ni tampoco serán los últimos.
Entre las siete personas que bajan a empujones del camión, podemos
identificar a Francisco
González Toro a/ “el ponteño”, de 37 años de edad. Jornalero. Socialista.
Ha sido durante los últimos años del periodo republicano funcionario del
Ayuntamiento, dedicado a inspeccionar y sancionar las fincas que incumplian la
Ley del laboreo forzoso, trabajo este que le ha granjeado algunas enemistades
entre las clases mas pudientes. Hace apenas tres días han asesinado también a
su hermano Francisco Luís. Tiene 9 hijos y acaba de dejarle una nota escrita a
lápiz … antes de salir del cuartelillo a su mujer a la que hace ya algunos días
no la dejan verlo, en la que le dice … “
Teresa, te escribo esta esquela para decirte que me encuentro bien. Todo va
bien. Cuida mucho de los niños. Besos para todos.”
Junto a él ha bajado también del camión su cuñado Manuel Reyes Gómez,
Jornalero de profesión, es soltero y tiene 44 años de edad, que baja agarrado a
su joven sobrino Manuel Soto
Carmona , jornalero y
socialista también.
Manuel Romero Valverde a/ “Canillas”, es el yerno de Francisco
González Toro y fue detenido junto a el. Su suerte corre paralela a la de su
suegro desde entonces. No ha logrado contactar aún con nadie de su familia. Le
estarán buscando sin saber donde.
Rafael Sampedro Luque, de 26 años, soltero y
estudiante, también ha bajado del camión, junto a dos mujeres mas de identidad
desconocida.
La completo soledad en la que se encuentra el paraje a estas horas
de la mañana, acompaña a la clandestinidad de los asesinatos que se cometen con
todos ellos. Alineados, juntos unos a otros. Todos son fusilados, al alba del
día 5 de agosto de 1936. Los disparos son perfectamente audibles a varios
kilómetros de distancia. Alguno de ellos ha caído al suelo con un hilo de vida
que pronto se le será arrebatado.
Los cadáveres, han sido amontonados, rociados con gasolina y
quemados, al mas puro estilo africanista, tal y como se acostumbro por el
ejercito español en las guerras de Marruecos por la soldadesca mas embrutecida
y sádica a hacer desaparecer totalmente al enemigo. Es presumible que alguno de
los que mandan las fuerzas sublevadas y han perpetrado los asesinatos sea
procedente de esa todavía reciente contienda.
Los cuerpos calcinados, se dejaron junto a la carretera varios
días, para escarmiento de los que albergarán aún alguna duda respecto a que
bando adherirse. Su espantoso espectáculo sería recordado muchos años más tarde
por algunas de las personas que tuvieron la fatalidad de poder verlo. El
testimonio oral se transmitiría integro a las nuevas generaciones y a las
familias.
Varios días mas tarde, los cuerpos calcinados, serían reducidos a
golpes, para poder ser introducidos en dos grandes sacos de pita, ( de los que
se utilizaban en aquella época para guardar y almacenar el grano). Uno más
grande, que alojaría cinco cuerpos y otro más pequeño en cuyo interior se
guardarían los restos de las otras dos personas.
Atadas sus bocas con grueso alambre, los dos sacos con los restos
calcinados de todos ellos, serían trasladados al interior del cementerio municipal
de Aguilar de la Frontera y arrojados al interior de una de las fosas que en
aquellos días albergaban los cuerpos de las personas que estaban siendo
asesinadas desde los primeros días del alzamiento militar. La fosa número 20,
alojaría para siempre los restos de las personas vilmente asesinadas esa
madrugada del día 5 de agosto, junto a algunas personas más asesinadas con
anterioridad y posterioridad a ese día.
75 años después, (2010) AREMEHISA (Asociación para la Recuperación
de la Memoria Histórica de Aguilar de la Frontera, pudo por fin, exhumar sus
cuerpos y reconstruir el escenario de la muerte, donde quedaron huellas
impresas y acusadoras de la veracidad de los hechos ocurridos.
Una vez más, el testimonio, transmitido de generación en generación,
unido a un aséptico trabajo multidisciplinar, científicamente realizado pone de
manifiesto la urgencia de este tipo de intervenciones para poder reconstruir el
pasado y conocer de una vez por todas la verdad de lo sucedido.
Autor: Rafael Espino
Navarro