El pasado 4 de diciembre ha
hecho 40 años de que fuera acribillado a balazos el joven García
Caparrós en Málaga. Ese día salió en masa el pueblo en todas las
ciudades andaluzas para reivindicar trabajo, pan y más
derechos sociales para el pueblo andaluz.
García Caparrós
colgó en la diputación una bandera andaluza, una bandera que representaba
las luchas en aquel momento en Andalucía. Lo mataron sin titubear. Ya
estaba en marcha la llamada transición política, es decir, darle continuidad a
las estructuras politicas, sociales y ecónómicas capitalistas constituidas
durante el franquismo. Se tratababa de adecuar a las nuevas exigencias
del capital todo el aparato de dominación de la burguesía y conquistar un lugar
en el dominio del capital transnacional europeo.
No
es casualidad el papel que tuvo el franquista Martín Villa. De ahí el
valor simbólico de las muertes de Caparrós. Lo dispararon a bocajarro. Venció
la transición como el mecanismo de garantizar el poder burgués con
la traición de los pactos de la Moncloa.
Otra traición fue que la autonomía
andaluza consolidó el sometimiento de Andalucía a los intereses del
capital transnacional. Hoy podemos decir como en 1977 que en Andalucía campa a
sus anchas el desarrollismo desaforado que sume en la miseria y la precariedad
a las grandes mayorías del pueblo andaluz. Se ha querido condenar al
olvido la lucha del 4 de diciembre como al propio Caparrós. . Todas esas
traiciones son las muertes de Caparrós.
Acaba de aparecer el libro de Rosa Burgos “Las muertes de García Caparrós” , en el que cuestiona esa idílica idea de transición política y saca a relucir las vergüenzas de la ¿modélica? Transición.
M. Ángel Rojas