Las redes sociales han
enloquecido compartiendo un video en el que se ve el cadáver de un pequeño niño
sirio, boca abajo, vestido como para ir a la guardería, tirado contra la arena
de una playa, bañado una y otra vez por las olas, ajenas a su drama.
Inerme, petrificado,
muerto. En los urgentes textos que acompañan al meme se leen lugares
comunes como: “¿Es que se ha vuelto loco el mundo? ¡Que pare esto!”; o
“Canallas, ¿cómo podéis matar a un niño?”; o “¡Malditos asesinos!”. Las culpas
se pierden en un genérico “ellos” que no se sabe muy bien a quién designa, pero
que inmediatamente nos separa a nosotros, los buenos, los sensibles, los dueños
de esa playa en la que el niño (y millones más que parecen ser de segunda)
mueren cada mes intentando llegar al sueño capitalista.
Las acusaciones se
repiten con airado énfasis, pero nadie parece querer señalar exactamente al
culpable y se contenta con el indefinido “ellos” (o incluso un hipócrita “todos
somos culpables de esto”). Nadie parece muy dispuesto a ahondar en el tema o a
investigar quién es el culpable de esa terrorífica estampa. No tienen tiempo,
ni quieren, ensuciar su muro con textos demasiado largos o repetitivos.
El
siguiente estado debe ser un gatito jugando con un niño discapacitado o un
niñato tirándose en patinete contra un muro animado por sus descerebrados
colegas. Hay que diversificar y quedarse siempre en la superficie para
garantizarse seguidores y amigos. Conceptos simples que permitan comentar solo
con leer el titular.
Nadie ha mencionado al
premio Nobel de la Paz, Obama, como culpable de esa muerte. Y lo es, desde que
llegó a la Casa Blanca ha aumentado las agresiones y partidas militares para
intentar conseguir, como consiguió en Egipto, Líbano, Túnez, Ucrania, hacerse
con el petróleo de Siria. Tampoco mencionarán a Israel, incluso volverán a
acusar de antisemita a quien lo haga. Nadie ha recordado que ISIS y todo ese
grupo de mercenarios genocidas son una creación conjunta de EEUU e
Israel. Fueron presentados en un primer momento como los “heroicos rebeldes”
que luchaban contra el antidemocrático régimen de al-Assad. Y fueron muy
aplaudidos.
Como lo fue Al-Qaeda cuando la CIA les entrenó y financió para
combatir a la Unión Soviética. Como lo fueron los mercenarios, francotiradores
y nazis pagados por EEUU y la UE para dar un golpe de estado en Ucrania que se
hizo pasar por una liberación demócrata. Mucho menos mencionarán a Turquía y el
repugnante ejercicio de apoyo a ISIS que Erdoğan está llevando a cabo mientras
se centrar en exterminar a los kurdos y acuerda una zona “libre-de-ISIS” con
los EEUU (con el general John Allen al frente) que se ha convertido en la zona
de abastecimiento de ISIS.
Entre los indignados
compartefotos, por supuesto, habrá convencidos votantes del PP, islamófobos, admiradores
de EEUU, racistas y xenófobos que en estados anteriores habrán denunciado que
“yo no soy racista, PERO…”, y la mayoría aceptará que los inmigrantes son los
culpables de esta crisis, a muchos les parecerá genial que la asistencia
sanitaria no sea universal y aplaudirán a demagogos como Cifuentes que primero
dice que va a abrir la asistencia a los sinpapeles para luego, casi a
escondidas, aclarar que en realidad no; en realidad se tendrán que pagar el
100% de su medicación (¿esa asistencia qué es, un tour por los hospitales para
que vean a lo que no tienen acceso?). Y, por supuesto, no verán relación alguna
entre las políticas de Rajoy-Merkel y estas muertes. Lo importante es que
podamos volver al estado de bienestar y a nuestras hipotecas pagables lo antes
posible. A los pobres del mundo que les den.
Como mucho mandamos a unos
misioneros que hagan negocio con sus muertes fingiendo ayudarles (y que sus
empresas religiosas, como la ahora premiada Orden de San Juan de Dios, reciba
jugosas subvenciones y externalizaciones a cambio, hasta poder hacer un negocio
billonario en sus SICAVS).
Nadie parece ver
contradicciones entre no hacer nada contra las concertinas en Ceuta y Melilla o
la culpabilización y persecución de subsaharianos (ese asesinato de Mor en
Cataluña que la policía, al modo de Enrique Ruano, quiere hacer pasar por
suicidio) y denunciar acaloradamente este cadáver sirio. El aumento de gasto
militar del PP mientras proclama que no hay dinero para pagarle a los
trabajadores externalizados de esa industria militar no tiene nada que ver (os
recomiendo leer el magnífico y documentado artículo del compañero Pere Ortega
titulado La gran estafa
del presupuesto de Defensa 2015).
Y estas son
las consecuencias de la desideologización por la que Ciudadanos o Podemos
abogan como magnífica estrategia social (“somos la herramienta del cambio”
proclaman cínicamente mientras se acomodan en despachos rancios e instituciones
que se los comen vivos y les escupe transformados en eficientes funcionarios
capitalistas). Sin apostar por una ideología clara, sin arriesgarse a
enfrentarse al verdugo en lugar de recibir sus migajas a la espera de volver a
disfrutar de su magnanimidad, sin mojarse, dejamos que millones de cadáveres
sean los que se mojen en nuestras playas. Y eso nos puede joder el veraneo. Al
respecto, me permito recordar esa otra foto deJavier Bauluz sacada
en Tarifa en 2000, en la que se ve a unos veraneantes plácidamente sentados
bajo su sombrilla en la playa, con su nevera y sus cucas toallas, mientras unos
metros más allá un cadáver de un inmigrante subsahariano ahogado con su patera
yace en la arena, ignorado. Esa es la verdadera foto de Europa, de EEUU, de las
grandes potencias que ondean la bandera de la libertad y la democracia frente a
los monstruos islamistas (que lo son) que ellos mismos han creado. La religión
pudriéndolo todo.
Y, sobre todo, nadie
hablará del capitalismo. De este corrupto capitalismo que está acabando con el
planeta o transformándolo en un estercolero infernal. Porque todos quieren
seguir disfrutando de la suerte de haber nacido unos kilómetros más allá de la
frontera entre la vida y la muerte. Sólo cuando nos toca directamente y es
inevitable salimos a protestar y pedimos solidaridad. La misma que nosotros no
hemos tenido, que no tenemos, con esos extraños que se empeñan en ensuciar
nuestras playas y nuestros (cada vez más precarios) veraneos.
Y encima
conseguimos un récord de “me gusta” en nuestro muro. Hora de hacerse un selfie
y ponerlo de avatar para hacer rabiar a nuestro vecino feisbuquero o tuitero.
Las redes sociales son el verdadero activismo. ¿Para qué ir a Sol a protestar
por el asesinato de Mor? (Éramos cuatro y medio). Es mucho más cómodo
escandalizarse por las previsibles consecuencias de nuestra apatía, nuestra
cobardía, nuestra colaboración en esa “mayoría silenciosa” que tan útil le es
al presidente plasmático. Tampoco le importa la “mayoría socialenredada”.
Lampedusa no cabe en una sola foto, así que se quedan fuera del estado de
indignación feisbuquera o tuitera o instagramera o lo que toque.