La historia es la de las clases dominantes, por tanto la historia de
la clase obrera ocupa un lugar secundario y muy subsidiario en la
sociedad capitalista. En la historiografía sobre el trabajo y el movimiento
obrero las mujeres resultan invisibles y la historia de las mujeres
permanece ajena a la militancia laboral.
En realidad, las mujeres en el movimiento obrero han desarrollado un papel
importante para el avance del conjunto de la clase obrera. Engels
habla que las obreras daban a luz en el puesto por temor a perder su
trabajo y el salario. A mitad del siglo XIX su incorporación al trabajo
asalariado era masiva, con largas jornadas y ausencia de protección y las
luchas de las obreras en la Inglaterra industrial, arrancando mejoras,
dieron lugar a la reducción de la mortalidad por tuberculosis.
Mucho antes de la aparición de las sulfamidas.
La participación de las mujeres en las luchas obreras y en lograr
mejoras permanece oculta. De las hilanderas de Lyon, hasta el
trabajo y la militancia laboral de las mujeres en el franquismo, su trabajo en
la economía sumergida que permitió ingente acumulación de capital sobre la que
se inició el desarrollismo de los años 60, o el papel de las mujeres en
las huelgas como las aceiteras en 1946 o las obreras textiles en la
Barcelona de los años 60.
En las organizaciones del proletariado, tras vencer la resistencia a ser
aceptadas, se incorporan reivindicaciones específicamente de la
mujer e incluso en algunas se crearon secciones femeninas y por distintos
medios y fines se abordaba la opresión de la mujer ¡cualquier día
hace dos siglos! La sindicación de trabajadoras en España se
data hacia 1880, principalmente en el campo andaluz y en la industria
textil catalana. Pese a las campañas especificas de las propias
organizaciones, la tendencia bajista se consolida. La participación de las
mujeres en sindicatos y organizaciones está condicionada por la
propia situación socio-laboral, obligadas a compaginar empleo y
responsabilidades familiares, el funcionamiento interno tampoco ayuda,
casi convierte esa participación en algo de heroínas. No se trata de
que las mujeres dudemos de nuestra capacidad, podría ser, pues muchos
condicionantes nos relegan, la cuestión es que sabemos de antemano que
nos va a suponer un enorme desgaste e incluso que constatemos la incompatibilidad
para compaginar tantas jornadas superpuestas. La división sexual del trabajo no
permite la inclusión en las organizaciones en condiciones de igualdad, si
nuestro trabajo no es sólo y estrictamente laboral, sino también y
fundamentalmente de reproducción y cuidados, semilla de múltiples
discriminaciones, cuando la crisis estructural da lugar a
políticas que desmantelan los limitados sistemas de protección social, se
incrementa el peso de los cuidados en los hogares individuales y se
imposibilita y dificulta objetivamente nuestra participación.
Paro, miseria y explotación es el destino del capitalismo para el pueblo
obrero desde sus orígenes, si avanzaron derechos no fue por la dádiva generosa
del patrón, sino por la lucha organizada del movimiento obrero, en el que las
mujeres han sido parte importante. Históricamente las mujeres obreras se
identificaron mucho más con su clase, tuvieron más conciencia de
vivir una situación de clase explotada, también rompieron las dificultades para
participar. Hoy también, en el conflicto que vive el movimiento obrero con el
capitalismo, nos lleva a entender que es necesario el
cambio de sociedad, no sólo una parcelita de la sociedad y que deberemos seguir
rompiendo corsés para acabar con la doble esclavitud.
Lola Jiménez
Cuadro:
LOLS 1977, etapa de afiliación masiva de hombres y mujeres a las centrales
sindicales.
1986 tasa de afiliación femenina en los sindicatos mayoritarios
del 27,8%, tasa masculina del 72,2%.
Año 1988 ( C.I.S.) afiliación sindical femenina en el 11,1% sobre el
total de las mujeres encuestadas, estimandose la tasa de afiliación
general en el 16,5%.
1991 (C.I.S.) tasa de afiliación femenina del 9,8%
1990 elecciones sindicales frente a un 79,7% de
varones elegidos como representantes sindicales encontramos un
19,3% de mujeres.
En los años siguientes hasta la actualidad, coinciden las fuentes en que
existe un lento descenso, aunque varian las cifras y algunas corresponden
a datos internos entre la propia afiliación.