La decisión del Govern, hecha pública el
pasado día 9 de junio, de convocar un referéndum sobre la independencia de
Catalunya, para la fecha del 1 de octubre, es expresión de la agudización de la
crisis del capitalismo español, que se manifiesta en este caso en el terreno
institucional con una quiebra de lo que ha sido uno de los campos de batalla de
la burguesía española en la conformación del Estado Español: la cuestión de la
unidad territorial como pacto entre la oligarquía española y las burguesías
periféricas que, en ocasiones, se encaminan a buscar sus propias soluciones a
las dificultades en el proceso de la acumulación de capital.
El objetivo
central y prioritario de la facción de la burguesía catalana que impulsa el
actual proceso independentista no es otro que el de mejorar su posición en el
proceso de acumulación de capital, estos es, en la mejor explotación de la
clase obrera catalana y lograr una posición propia en la pugna
interimperialista, dando por amortizado el proyecto nacido en el S XVII, del
estado-nación español vinculado a los imperialismos centroeuropeos, y buscando
su integración directa en las estructuras militares, políticas y económicas
imperialistas, representadas hoy por la Unión Europea, EE UU y su aliados, como
Israel.
No es una burguesía patriótica que haga de la reivindicación de la
nación catalana un factor de construcción de una sociedad mejor para la mayoría
social, es, sencillamente, una burguesía que tiene su propio ámbito de
acumulación de capitales y que pretende una mejor posición ante lo que
considera el lastre de la profunda crisis del capitalismo español.
Este sector
de la burguesía se aprovecha de los amplios sentimientos nacionales de la clase
obrera y los sectores populares en Catalunya para tratar de recomponer sus
dificultades en el proceso de acumulación del capital; enarbola la bandera
democrática del derecho a la autodeterminación y del pleno reconocimiento de
Catalunya como sujeto político para intentar conducirla a estructuras
criminales y antidemocráticas como la UE y la OTAN.. Por su parte el gobierno
de Mariano Rajoy, representando los intereses de la oligarquía más centralista,
no encuentra otra salida a este conflicto interburgués que la histórica
imposición de la fuerza; negando y desconociendo, una vez más, la realidad
plurinacional del Estado Español.
En esta ocasión, como siempre antes en la
historia de España, la oligarquía vuelve a manifestar su incapacidad para construir
en el conjunto del Estado Español un espacio político unificado con un amplio
consenso social legitimador y, una vez más, actúa torpemente y sin capacidad
política de dar una respuesta al conflicto en el marco del capitalismo español.
Siempre esa oligarquía centralista soportó su proyecto en los valores más
reaccionarios y conservadores. En la etapa de la formación de las naciones en
Europa priorizando los intereses de la Iglesia Católica y de los parásitos
cortesanos, que drenó todos los recursos económicos necesarios para la
conformación de la base material que diera soporte al nacimiento de la nación.
Posteriormente, en la fase de la pérdida de las posiciones coloniales,
imponiendo violentamente por la fuerza sus posiciones frente a las burguesías
periféricas. Y, en el intento de modernización que supuso la II República,
respondiendo con un golpe de Estado en alianza con el capital más reaccionario,
con la aristocracia terrateniente, y también con la Iglesia Católica, dando
inicio a una de las formas más aterradoras de la dictadura del capital que se
extendió durante cuarenta años. El El Pacto de la Transición permitió el
entendimiento entre las distintas fracciones del capitalismo español, sobre la
base material unificadora de la necesaria recomposición internacional del
capitalismo español.
Proyecto fundamentado, además de en la monarquía, en la
continuidad de la explotación de clase y en una descentralización
administrativa (autonomías) incapaz de solucionar ninguno de los conflictos
territoriales existentes. Dictadura de clase que además de reprimir al
movimiento obrero, expresó su más descarnada violencia contra todos los
movimientos de liberación nacional, muy especialmente en Euskal Herria.
Una
Transición cimentada en el tardofranquismo, que, entre otras muchas cuestiones,
eliminó del imaginario de la izquierda política la República como concepto
ideológico y estratégico de ruptura con el régimen oligárquico y monárquico,
lastrando cualquier posibilidad de esa necesaria ruptura con la Constitución
del 78, y abrir el camino para avanzar hacia una nueva forma de República.
Agotados los efectos balsámicos de esa primera Transición, una vez más, estalla
incontenible el conflicto interno en el capitalismo español, como consecuencia
directa de las debilidades de la base material sobre la que se soporta.
Y la
respuesta a ese conflicto se manifiesta, también, en una línea política de
continuidad con el carácter profundamente reaccionario y antihistórico, que
siempre ha caracterizado a las clases dominantes españolas, incluida la
burguesía catalana. Clases dominantes que, en coherencia con su posición
parasitaria, siempre han remado en sentido contrario a los intereses de la
clase obrera y de los sectores populares y han ejercido todo tipo de violencia
contra éstos condenándolos a unas condiciones de vida de explotación, opresión,
alienación y miseria.
La sobreexplotación de los jornaleros/as, el cierre de la
minería, el paro masivo en los barrios obreros, la emigración masiva ante el
hambre y la miseria, unidos a la actual reducción del precio de la fuerza de
trabajo que condena, especialmente a la juventud y a la mujer trabajadora, a
salarios de miseria que no cubren ya ni las necesidades más mínimas para la
vida …, esa es la realidad del actual sistema de la dictadura del capital en
España, bajo el dominio absoluto de las actuales clases parasitarias. La clase
obrera no tiene nada que ganar arrimándose a una de la facciones en conflicto.
No es una lucha de la clase obrera, y por ello quiénes desde pretendidas
posiciones de izquierdas están dando apoyo a uno de los bandos en conflicto lo
único que hacen es crear confusión en las filas del proletariado, y llamarle a
lucha bajo falsa bandera, debilitando y confundiendo la prioridad de su lucha
por la emancipación de clase.
La lucha del proletariado y de los trabajadores y
trabajadoras en general, hoy ha de ser por una España que sea expresión de la
voluntad libre y soberana de sus pueblos y naciones, en un proceso de
acumulación de fuerzas que avance hacia el cambio de carácter de clase del
Estado. Proceso que, desde el objetivo político de conformar una República
Socialista de carácter Confederal capaz de unificar al conjunto de la clase
obrera de los pueblos y naciones que en la actualidad conforman el estado español
en un nuevo paradigma nacional, necesariamente debe hacer defensa inequívoca
del derecho al previo ejercicio al derecho a la autodeterminación.
Este es el
único proyecto que, sentando las bases materiales para la construcción de un
nuevo poder de clase, obrero y popular, basado en la unión libre de pueblos y
naciones libres, superará definitivamente el actual conflicto territorial en el
que nos sitúa la burguesía. Sin ese prerrequisito el conflicto nacional seguirá
marcando la lucha de clases en España. Por todo ello, el SP del PCPE y el CE
del PCPC, hacemos un llamamiento a la clase obrera de Catalunya, y a la clase
obrera del Estado, a tomar su propio camino. A no alinearse ni con la facción
independentista de la burguesía catalana ni con la oligarquía españolista.
El
proletariado, y los sectores populares, han de luchar bajo su propia bandera,
la de la unidad construida sobre la base del: - Libre ejercicio del derecho de
autodeterminación. - Derrota y destrucción de la dictadura del capital. - Construcción
de la sociedad socialista, bajo la forma de República Socialista de carácter
Confederal.
Llamamos a la clase obrera a posicionarse radicalmente contra el
proyecto de dominación de la facción independentista de la burguesía catalana,
y contra la represión de los derechos nacionales por parte del gobierno de la
oligarquía centralista de Mariano Rajoy y el Estado monárquico heredero de la
dictadura. Será al calor de la actual agudización del escenario de la lucha de
clases, y de la crisis del sistema de dominación burgués, donde la clase obrera
tendrá que decidir las formas concretas que ha de adoptar en su táctica de
lucha.
Respondiendo con agilidad y energía combativa ante los distintos
posibles desarrollos de las actuales contradicciones. La clase obrera tiene su
propio camino, que se encuentra en la senda de la construcción de naciones,
libres y soberanas, socialistas.