Los vinilos con las canciones
de Víctor Jara fueron el equivalente a la vietnamita que reproducía miles de
folletos para las huelgas y movilizaciones hace más de 30 y 40 años. Aquellas
canciones nos acompañaban permanentemente, nos golpeaba los acordes de la
guitarra del cantautor en nuestra conciencia que se iba labrando en luchas y
muestras de solidaridad con las justas causas contra el imperialismo y el
capitalismo.
Con el neoliberalismo se encargaron de domesticar y domeñar a
las siguientes generaciones. Entonces promovieron el popismo individualista, la
exacerbación del narcisismo, del egocentrismo y la autosuficiencia.
Toda una
industria musical se encargó de hacer tabula rasa con la música que nos
convocaba a concebir otra concepción de vida y de mundo basada en la
solidaridad, en una sociedad sin capitalistas. Entonces nos inundaban en los
anodinos, insulsos, vacíos años 80, a la que denominarían ¡Década Prodigiosa!,
los Pegamoides y la Alaska y los mecanos y demás menganos. Trataban de
convertirnos en zombis del individualismo y el consumismo. Nos martilleaban con
que vivimos en el mejor de los mundos posibles.
A generaciones enteras se les ha privado de la memoria histórica
y de memorias colectivas emancipadoras: referencias y referentes de
experiencias colectivas en las que no éramos unos autistas. Hoy los mass media
y el mundo virtual invaden nuestras vidas y ponen de moda los significantes
vacíos.
Es hora de levantar las banderas rojas: las canciones de Víctor
Jara, el poeta chileno que era un entusiasta de la poesía de Miguel Hernández.
Canciones a reivindicar como “Las casitas del barrio alto” o “El aparecido” y
tantas otras. Existe un documental: “El derecho a vivir en paz” y un libro:
“Víctor Jara, un canto truncado”. Víctor Jara recorrerá las calles nuevamente.