La
victoria electoral de Trump evidencia las verdaderas intenciones del bloque
oligárquico estadounidense en el próximo periodo
La elección de Donald Trump, como Presidente de la mayor
potencia imperialista, expresa con rotundidad la magnitud de la crisis general
y estructural del sistema capitalista, y da luz sobre la creciente agudización
de la confrontación interimperialista.
Con una propuesta basada en su indiscutible hegemonía económica,
política y militar en un orbe sin fronteras para sus multinacionales y
ejércitos, la política de la futura administración Trump tratará de compaginar
las políticas de sobreexplotación de la fuerza de trabajo y expolio ilimitado y
sin fronteras de los recursos naturales, con un fuerte impulso al
proteccionismo comercial y a la demanda interna como palancas básicas del
futuro desarrollo económico de los EE.UU.
Tarea que, garantizando la continuidad y agravamiento de las
políticas de guerra y violencia propias del imperialismo yanki, le sitúa ante
el reto de gestionar una contradicción (proteccionismo y hegemonía mundial)
irresoluble en un sistema -el imperialista- que por naturaleza tiende a la
globalización de los mercados y a la creación de diferentes polos económicos y
políticos que luchan con todos los recursos a su alcance por defender sus
cuotas de mercado y poder.
En consecuencia, denunciamos la miopía y la hipocresía política
de quienes hablando desde difusos valores del llamado progresismo, lamentan la
derrota de la candidata del Partido Demócrata. Olvidar las políticas
desarrolladas por el Presidente Obama, manteniendo intactos los niveles de
explotación laboral y exclusión social que padece gran parte de la clase obrera
y el pueblo estadounidense es muy grave; pero olvidar lo que a todas luces es
evidente, como es que sigue abierta la prisión de Guantánamo, que el Bloqueo
contra Cuba sigue intacto, que el ejército norteamericano bajo su mandato ha
participado en multitud de guerras y agresiones militares, que con su firma se
han realizado cientos o miles de ejecuciones extrajudiciales, etc..., convierte
la complicidad en crimen.
Tampoco es admisible anhelar o reivindicar los valores europeos
en este momento, en el que de la mano del triunfo del chovinismo, el
individualismo, la insolidaridad, la competitividad, la xenofobia, el machismo,
el populismo y la agresividad ha triunfado la política del espectáculo, la
estupidez y la incultura de los 140 caracteres. Contraponer la UE a lo que
significa Donald Trump, es olvidar la absoluta implicación del polo
imperialista europeo en las diversas guerras que arrasan al Planeta, el TTIP y
el CETA, la valla de Melilla como expresión del cierre de fronteras exteriores,
la conversión del Mediterráneo en la mayor fosa común de la Humanidad, a las
multinacionales que sangran a millones de trabajadores/as en maquilas en
África, Asia y América Latina, al más del 10% de parados y paradas en la
eurozona y a los millones de trabajadores y trabajadoras europeos pobres que
cobran salarios por debajo del valor de reproducción de la fuerza de trabajo.
La clase obrera y los pueblos del mundo no podemos engañarnos
con falsos paraísos que, una y otra vez, nos hacen elegir entre lo malo y lo
peor. Lo que necesitamos es poner fin a la actual espiral de sobreexplotación y
pérdida constante de derechos. Lo que necesitamos es, sobre la única y
exclusiva defensa de nuestros intereses, poner en marcha la contraofensiva
general de la clase obrera y de los pueblos que, dando la vuelta radicalmente
al escenario político y social actual, avance hacia un cambio de correlación de
fuerzas que permita el inicio del fin de este sistema decadente, violento y
corrupto, del que no podemos esperar nada positivo.
La movilización organizada de la clase obrera y de los pueblos,
frente al imperialismo y sus capataces, abrirá el camino hacia un futuro
diferente para la Humanidad, con justicia social y paz, sin violencia y sin
explotación. ¡La lucha es hasta la victoria!
Madrid a 11 de noviembre de 2016