El cretinismo parlamentario de Podemos se está estrellando contra el mismo
muro que la Izquierda Unida de Julio Anguita en los años 90. Se confirma de
nuevo que no hay conciliación posible. El Partido Comunista es insustituible.
El centro y los extremos parlamentarios.
Las Elecciones Generales del 20 de diciembre arrojaron un claro resultado:
ni el polo socialdemócrata ni el liberal consiguieron un resultado suficiente
para imponer una de las dos formas posibles de gestión capitalista. Por tanto,
en el momento presente, las clases dominantes estudian con detalle cómo
resolver su farragoso empate parlamentario.
Recurriendo a un símil futbolístico, se estudian dos posibilidades: la
prórroga y los penaltis. Ahora, tras la fallida investidura de Pedro Sánchez,
se juega la prórroga. Si no hay desempate, se recurrirá a los penaltis para
tratar de superar tan embarazosa situación.
Y, en tiempo de prórroga, las clases dominantes desarrollan una táctica
precisa: controlar el balón con un pacto "centrado" entre PSOE y
Ciudadanos a la espera de que el equipo contrario ceda agotado y cometa un
fallo, para lo que obviamente se ejerce la debida presión.
El Imperio contraataca.
Con un PP enfangado en la corrupción más absoluta, y sabedores de que, en
la grada social, se mantiene el cabreo ante una crisis que no remite y unas
condiciones de vida lamentables para las mayorías trabajadoras, la presión se
ejerce especialmente sobre Podemos. Conviene una salida socialdemócrata,
limitada y controlada por Ciudadanos, que mantenga el balón lejos del alcance
de las fuerzas sociales.
Y, de nuevo, el Imperio contraataca. El Grupo Prisa, especialmente a través
de El País y de la SER, no ha tardado en desempolvar los manuales forjados en
los años 90; se levanta el dedo acusador señalando a los cómplices de que
continúe Rajoy dirigiendo el juego, se recurre de nuevo a "la
pinza".
Como sucediera con la IU, en tiempos de Anguita, se airean hoy los trapos
sucios de Podemos y se instiga el conflicto interno. Si no ceden, pagarán un
precio electoral en los penaltis apelando para ello al "voto útil de la
izquierda".
La nueva socialdemocracia de hoy, al igual que los viejos oportunistas
ayer, choca con los límites de su propio cretinismo parlamentario. Ni unos ni
otros reconocerán jamás que en el terreno de juego del parlamentarismo burgués
las fuerzas obreras y populares no juegan en casa.
La Fuerza les viene de fuera.
Fue Lenin quien señaló que, a las fuerzas oportunistas, la fuerza les viene
de fuera, de las clases dominantes. Lo mismo le sucede a la neosocialdemocracia
que representa Podemos. Una transfusión de fuerza que opera mediante la
concesión de un espacio mediático dirigido a canalizar la protesta social por
los estrechos márgenes del parlamentarismo burgués, a sembrar la falsa ilusión
de un cambio sin lucha revolucionaria.
Y lo que hoy te doy, mañana te lo quito, sin que valga en pleno partido
invocar a Santa Rita. La nueva socialdemocracia y el oportunismo confirman por
enésima vez que no hay salida para la clase obrera en el capitalismo. El
siguiente paso será una nueva vuelta a la comedia de refundaciones,
confluencias y pantomimas varias.
Organizar el contraataque, fortalecer el Partido Comunista.
En este proceso es necesario que las amplias masas obreras y populares, que
entregaron sus votos movidos por la falsa ilusión de un falso cambio, recuperen
la iniciativa y aprendan de esta experiencia. Es necesario explicar
argumentadamente lo que está sucediendo: en la prórroga o con penaltis perderá
la clase obrera y el partido continúa jugándose en el terreno de juego del
patrón.
La batalla debe librase en casa: en los centros de trabajo y estudio, en
los barrios populares, en las calles. Hay que recuperar la movilización, hay
que dar un nuevo impulso a las luchas. Es necesario pasar a la ofensiva. Es
necesario articular un programa para las mayorías trabajadoras, protagonizado
por la clase obrera y por quienes, de una u otra forma, viven enfrentados a la
dictadura del capital. Pero con eso no basta, la experiencia de Podemos, y
primero de IU, confirma que, con ese tipo de entrenadores, las fuerzas
populares nunca ganan el partido, juegan en campo enemigo, con el árbitro
comprado, y conducen al equipo a la desmoralización y a la derrota, bien sea en
la prórroga o en los penaltis.
La clase obrera debe fortalecer su propia herramienta: el Partido Comunista
capaz de dirigir a las fuerzas sociales que protagonizan la lucha de clases
hacia la victoria, hacia el poder obrero y el socialismo-comunismo.
El próximo mes de junio el PCPE celebra su X Congreso, cuyos debates ya se
están desarrollando. Se trata de una excelente oportunidad para discutir con
toda amplitud y para decidir el camino a seguir. La izquierda "cogida con
pinzas" debe ser superada por el movimiento obrero y popular, para que,
más temprano que tarde, se abra el camino de la emancipación. No hay tregua.