Felipe
González sentó nuevamente cátedra en una entrevista publicada por el diario El
País el pasado 28 de Enero, en la que reconoce la crisis en la cúspide del
capitalismo español (“hace algún tiempo que presenta síntomas de deterioro el
sistema surgido en la Transición y la Constitución del 78”) y lanza un dardo
envenenado contra los dirigentes de Podemos (“son puro leninismo 3.0.”).
Hace
168 años en Londres…
En
Febrero de 1848 se publicaba por primera vez en Londres el Manifiesto del
Partido Comunista. En sus palabras introductorias Marx y Engels explicaban la
necesidad del Manifiesto partiendo de las siguientes preguntas: “¿Qué partido
de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el Poder?
¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes
más avanzados de la oposición como a sus enemigos más reaccionarios, el epíteto
zahiriente de comunista?”.
Talmente
pareciera que, al escribir tales palabras, los padres del marxismo tuvieran
delante un ejemplar de El País. Partiendo de que el leninismo no es más que el
marxismo de la época contemporánea, de la fase imperialista del régimen
capitalista, la acusación realizada por Felipe González y la respuesta en
Twitter de Pablo Iglesias (“Algo está cambiando en la fuerza si Felipe González
lee a Slajov Zizek (leninismo 3.0)”) bien merecen una reflexión, coincidiendo
con un nuevo aniversario del Manifiesto Comunista.
El
anticomunismo de Felipe González.
El
anticomunismo de Felipe González no es ninguna novedad. Isidoro, como se hacía
llamar el joven Felipe tras su etapa falangista, borró definitivamente del PSOE
toda reminiscencia de marxismo, contando para ello con el inestimable apoyo de
Willy Brandt y de Francois Mitterrand. Había que convertir al PSOE en “Partido de
Gobierno”, siguiendo los pasos de lo más granado de la socialdemocracia
europea, que tras votar los créditos de guerra allá por 1914 y traicionar
definitivamente a la clase obrera, había completado en su conversión en una
fuerza capitalista, cuyo papel como dique de contención antisoviético y
anticomunista era imprescindible. Al frente del viejo PSOE emergió una nueva
generación de dirigentes, encabezados por Felipe, con un futuro muy prometedor.
El
joven Felipe no defraudó en su coherencia anticomunista. A primeros de los 80,
ya siendo presidente del Gobierno, en sus conversaciones con Ronald Reagan,
sentenciaba: “Prefiero morir apuñalado en el metro de Nueva York que de
aburrimiento en las seguras calles de Moscú”. A partir de ahí, su partido
pasó del “OTAN de entrada NO” a ratificar los compromisos militares de España
con el imperialismo estadounidense, a integrar plenamente al país en la alianza
militar más criminal que haya conocido la historia de la humanidad y a
participar en la “Operación Tormenta del Desierto”, poniendo su granito de
arena en la masacre cometida contra el pueblo iraquí.
Felipe
justifica su trayectoria, y la del PSOE, de muchas maneras. Pero la que mejor
describe en realidad la filosofía del expresidente del Gobierno es su asunción,
y machacona repetición, de una reflexión que le trasladó el mismísimo Deng Xiao
Ping en un encuentro celebrado en 1985: “Gato blanco, gato negro, poco importa
si caza ratones”.
Felipe
es un multimillonario hombre de éxito, que ha sorteado apuñalamientos y
aburrimientos varios, amasando una inmensa fortuna (no ejerciendo la abogacía,
que sepamos) y cosechado un enorme prestigio internacional (siempre en auxilio
de las clases dominantes, como ha demostrado recientemente apoyando al fascismo
en Venezuela). Y como tal, y en tal calidad, recurre de nuevo a su visceral
anticomunismo lanzando el dardo contra quién empieza a ver como su auténtico
alter ego.
Pablo
Iglesias: ¿leninismo 3.0 o chaqueta de pana 3.0?
La
acusación de leninistas le viene al pelo a la cúpula de Podemos. Por un lado,
permite que su gran líder entable polémica en primera persona con el mismísimo
Felipe González, un choque directo en el que Podemos poco tiene que perder y
mucho que ganar. Por otro, ante la rápida transformación de Podemos en una
fuerza sistémica, el viejo Isidoro ofrece en bandeja una coartada perfecta para
cubrir las críticas por el flanco izquierdo.
Pablo
Iglesias, demostrando la misma agilidad política que demostraba Isidoro en su
día, responde con rapidez e ironía reivindicando a Zizek. Y no está de más esa
reivindicación, pues tanto Podemos como las artificiales polémicas entabladas
tienen mucho de simbólico y ficcional; de ahí su éxito en estos tiempos de
predominio de lo posmoderno. Y es que, a diferencia de muchos de sus compañeros
de filas, Pablo conoce perfectamente el marxismo – leninismo, pues quiéralo o
no, pertenece a aquella generación que a mediados de los 90, en plena oleada
contrarrevolucionaria, trató de buscar la salida en Lenin.
Por
tanto, sus afirmaciones al respecto son de todo menos ingenuas. Cuando Pablo
Iglesias señala “Decir yo soy marxista – leninista es como se punky… ¿Eso qué
traducción tiene en praxis política? ¿Qué vas a hacer, te vas a montar una
guerrilla y te vas a ir al monte a pegar tiros?” (Entrevista en revista Jot
Down, Octubre 2015), sabe perfectamente que está reduciendo al absurdo el
leninismo, sabe que el marxismo – leninismo no es ir a pegar tiros a un monte
(aunque en ocasiones haya sido o sea imprescindible). Alejándonos de análisis lacantianos,
tan del gusto de Zizek, en sus declaraciones prima lo pragmático, prima el afán
de victoria a cualquier precio –principios incluidos-, y en ese sentido emplea
la categoría de praxis política. Pero, además de al servicio del propio Pablo,
cabe preguntarse al servicio de qué clase se ejerce esa praxis política.
¿Es
posible en una sociedad escindida en clases gobernar por encima de esas clases?
Pablo sabe que no.
¿Es
posible superar el capitalismo desde un gobierno capitalista por la vía de las
reformas? Pablo sabe que no.
¿Es
posible una política anticapitalista en el seno de la Unión Europea? Pablo sabe
que no.
¿Es
posible una política internacional basada en la solidaridad con los pueblos,
una política para la paz desde la pertenencia a la OTAN? Pablo sabe que no.
Y así
podríamos seguir.
Y si
Pablo sabe que todo eso no es posible, ¿hay razones para creer que en realidad
Pablo Iglesias busca, en un ejercicio de maestría política, engañar a los
poderes fácticos para dar pasos emancipatorios definitivos? Rotundamente no.
Aquí no estamos en presencia de una habilidad táctica extraordinaria, como la
demostrada por Fidel Castro para vencer a 90 millas de EEUU, fundamentalmente
porque éste último buscaba el triunfo de la revolución, mientras que Pablo Iglesias
hace tiempo que no habla de tal cosa.
Pablo
no es leninista. De hecho su práctica política de los últimos años está mucho
más cerca de Isidoro que de Vladimir. Porque ya se sabe, gato blanco o gato
negro… Pero los ratones que aspira a cazar Pablo Iglesias no son precisamente
capitalistas, sino ingenuos; porque hay que ser ingenuo –o malintencionado-
para confundir la propuesta de Podemos con una propuesta revolucionaria que
aspire a la construcción de una sociedad socialista o comunista. Y es que, señores
y señoras, nada hay en Podemos que vaya más allá de una mera reforma
democrático - burguesa, una reforma necesariamente utópica y, en los tiempos
que corren, políticamente reaccionaria. De nuevo el mito del capitalismo de
rostro humano, de nuevo la vieja pantomima de avanzar de reforma en reforma
hacia la tierra prometida.
Una
doble enseñanza… Reflexiones sobre los cambios en la Fuerza.
Pues
bien, recuperando el hilo del Manifiesto Comunista –del Partido Comunista en su
versión original-, los padres del marxismo extraían de las contantes
acusaciones de comunismo una doble enseñanza: “Que el comunismo está ya
reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa” y “Que ya es hora
de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus
fines y sus aspiraciones; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo
un manifiesto del propio Partido”.
Y es
que, ¡quién lo diría!, sin que hoy el comunismo sea una fuerza con capacidad
suficiente para amenazar al capitalismo, al menos en España, el miedo al
fantasma está más vivo que nunca o, al menos, tanto como siempre. Y de nuevo se
emplea como arma arrojadiza entre unos y otros. Algunos evidenciando su
anticomunismo de siempre. Otros tratando de desembarazarse de un pasado
incómodo, separando marxismo de práctica política, como hiciera el viejo
profesor (Kaustky); desde las cátedras, arrebatando al marxismo de nuestra
época, al leninismo, todo cuanto tiene de revolucionario, y convirtiendo a
Marx, Engels y Lenin en meros burgueses adocenados.
Los
nuevos chaqueta de pana, en su versión ochentera o en la actual versión 3.0, no
tienen en su agenda a la clase obrera de este país, por mucho que ayer se
calificasen en un caso de marxistas y en el otro de marxistas – leninistas. Si
el fantasma del comunismo sigue presente, y es utilizado como arma arrojadiza
de un lado a otro de la red capitalista, es, precisamente, porque el comunismo
sigue encarnando la única alternativa real frente a la barbarie capitalista,
con independencia de la correlación de fuerzas que pueda existir en un momento
histórico concreto.
Como
señala Pablo Iglesias, pasando de su socorrido “Juego de Tronos” a “El
despertar de la Fuerza”, es cierto que se perciben cambios en la Fuerza. Los
nubarrones que se ciernen sobre la economía mundial anuncian una nueva
tempestad, y en nuestro país –como en tanto otros-, los de arriba no podrán
seguir gobernando como antes. La humanidad se dirige a la más absoluta barbarie
de la mano del imperialismo. Medio mundo está incendiado por la guerra y el
otro medio se debate entre la miseria de los más y la cada vez más ostentosa
opulencia de unos pocos.
Ha
llegado la hora de poner en marcha la maquinaria que sitúe a la clase obrera en
el centro de la estrategia y del debate político. Se acercan ese tipo de días
en que se condensa la experiencia de muchos años. Caminamos a marchas forzadas
hacia una redefinición de la forma de dominación capitalista, hacia una nueva
forma de dictadura capitalista. La manipulación y el oportunismo político,
tienen los días contados siempre que el comunismo sepa exponer, en las
condiciones actuales, sus ideas y propósitos para derrotar, recurriendo a los
medios que sea, todo el orden social existente. En los próximos años,
efectivamente, se darán cambios extraordinarios en la Fuerza, o más bien en la
correlación de fuerzas. Ese será el momento en que se vea con claridad el papel
que juega cada cual. Lenin señalaba con acierto que nuestra tarea consiste en
combatir la cizaña y que no es cosa nuestra cultivar el trigo en pequeños
tiestos, sino preparar segadores que sepan arrancar hoy la cizaña y recoger
mañana el trigo.
Tienen
razón las clases dominantes al temblar ante la mera posibilidad, o en su caso
el recuerdo, de la Revolución Comunista. Porque hoy, como ayer, el proletariado
–este de moda o no- nada tiene que perder en ella más que sus cadenas. Tiene,
en cambio, un mundo por ganar.
R.M.T.