España registra 13,5 millones de personas en
riesgo de pobreza o exclusión social. La pérdida media del poder adquisitivo de
los salarios españoles fue del 5,3% entre 2009 y 2014, porcentaje que muestra
hasta qué punto los salarios se han convertido con la crisis en factor de
desigualdad. ¿Sería mucho pedir que un programa integral de acción por el
empleo de calidad y contra las desigualdades sociales y la pobreza se sitúe en
el centro del debate político y del programa del nuevo Gobierno?
Como es bien sabido, aunque algunos se empeñen en disimularlo o negarlo, la consecuencia más indeseable de la
crisis y de su gestión política ha sido un gran incremento de la pobreza y la desigualdad.
Una parte de estos dos fenómenos son debidos a los niveles tan elevados de
paro, promovidos por una equivocada política económica. Otra parte tiene su
origen en decisiones políticas en diversos ámbitos: laboral, fiscal y
presupuestario.
Sobre pobreza, los últimos datos de Eurostat son
elocuentes: entre 2008 y 2014 el porcentaje de personas en riesgo de pobreza o
exclusión social subió, en España, 5,7 puntos, hasta situarse en el 29,2% de la
población (13,5 millones de personas). La pobreza severa alcanzó, en 2014, al
6,85% de la población (3,2 millones). Con esas cifras, España se sitúa en el
grupo de países europeos con mayores niveles de pobreza.
La disminución de los salarios y el aumento de la
desigualdad en el ámbito primario de la distribución de la riqueza –la empresa y el
sector económico, a través de la negociación colectiva- ha sido una consecuencia conscientemente
buscada por los responsables políticos europeos y españoles a través de las
reformas laborales
Cuarto mundo
El Informe del Banco Mundial
2015 proyecta que la pobreza en el mundo habrá disminuido de
902 millones de personas, es decir, el 12,8 % de la población mundial en
2012, a 702 millones de personas, esto es, el 9,6 % de la población
mundial en 2015. La mayoría de estas personas se ubican en países del llamado
“tercer mundo”. Pero existe una
pobreza en los “países ricos”, que se conoce como “cuarto mundo”. Estos
millones de personas viven en inferioridad de condiciones, con respecto al
nivel de vida medio de dichos países. Como se trata de una perspectiva
comparada, este enfoque se denomina “pobreza relativa”. Se distingue así del
concepto de “pobreza absoluta”, que se aplica a quienes no llegan a un estándar
mínimo de vida o consumos mínimos para garantizar la supervivencia.
A partir de la armonización de indicadores realizada en el marco de
Eurostat, la Estrategia EU2020 puso
en marcha un indicador específico, denominadoArope (At‐Risk‐Of Poverty and Exclusion), o tasa de
riesgo de pobreza y exclusión social. Como está armonizado a nivel europeo,
permite comparar entre países. El indicador complementa la medición de la
pobreza, basada en lo monetario, con aspectos de exclusión.
Gini y 20/20
El índice de Gini subió en España desde
el 31,9 de 2007 hasta el 34,7 de 2014
Los datos sobre la desigualdad en la distribución del ingreso y su
velocidad de crecimiento son aún peores. Siguiendo también a Eurostat, el índice de Gini subió desde 31,9
(2007) hasta 34,7 (2014). Este
alza de un 8,7%, es, con mucha diferencia, la más fuerte que conoce la historia
de las estadísticas europeas durante un período de tiempo tan limitado.
Mientras que el valor medio del índice de Gini pasaba, en la UE, de 30,6 (2007)
a 31,0 (2014), en España crecía desde un valor algo por encima del medio hasta
situarnos en el segundo país más desigual de Europa, empatados con Rumanía y solo
superados por Bulgaria. Con una diferencia: desde que comenzó la crisis, la
desigualdad disminuyó en Rumanía significativamente –como ha ocurrido en otros
países europeos- y permaneció estable en Bulgaria.
El otro gran indicador de la desigualdad, el cociente entre los ingresos
medios del 20% de la población que recibe los más altos y los del 20% que
obtiene los más bajos, nos
convierte en campeones europeos del crecimiento de la desigualdad. En
España, el cociente 20/20 era igual en 2007 a 5,5. En 2014, era igual a 6,8. El
indicador había aumentado, nada menos que en un 24%, también a la mayor
velocidad que conocen les estadísticas europeas. Esto nos vuelve a situar como
segundo país más desigual de Europa, sólo superados por Rumanía cuyo cociente
20/20 era 7,2 en 2014, tras descender de 7,8.
El aumento de la desigualdad en la percepción de ingresos refleja, en mayor
medida que el aumento de la pobreza, la incidencia de las políticas
neoliberales de mal gobierno de la crisis. Junto con el paro y la disminución
de las prestaciones sociales, la evolución de los salarios es la causa
principal del aumento de la desigualdad.
El 10% de los asalariados de menores
ingresos perdieron nada menos que el 25,6% de su poder adquisitivo
Acaba de publicarse en Cuadernos de Acción Sindical de
CCOO el análisis de Manuel Lago Peñassobre la
evolución de los salarios entre 2009 y 2014 y la distribución de la pérdida de
poder adquisitivo por deciles. En el citado período, la pérdida media del poder
adquisitivo de los salarios españoles fue del 5,3%. Pero la distribución de
esta pérdida según niveles salariales nos muestra hasta qué punto los salarios se han convertido con la crisis
en factor de desigualdad, además de promover el crecimiento de la
categoría de “trabajador pobre”. El 10% de los asalariados de menores ingresos
perdieron nada menos que el 25,6% de su poder adquisitivo y los siguientes
tramos de deciles de menores ingresos el 15,0% y el 10,3%. En el otro extremo,
el de los asalariados con mayores ingresos (deciles 7 a 10), las pérdidas de
capacidad adquisitiva fueron del 1,8%; 2,0%; 4,0%; y 2,9%, respectivamente.
Desigualdad descarnada, trabajadores pobres
Y cuando ha llegado el crecimiento, ¿qué ha sucedido? Lo mismo: la
desigualdad más descarnada. Según los datos del estudio Indicadores
de buen gobierno de las empresas del Ibex35 durante 2014 ,
los primeros ejecutivos de cada empresa elevaron sus retribuciones totales
un 80% en 2014, los consejeros un 30%, el conjunto de los directivos un 14,3% y
los accionistas elevaron sus dividendos un 72,4%. Por el contrario, los
trabajadores vieron disminuir sus salarios en un 1,5%. Así, el año pasado, la
media de las retribuciones de los ejecutivos de las empresas del Ibex fue de 90
veces el salario medio de sus trabajadores; la de los consejeros delegados, 158
veces más.
Muchos trabajadores viven bajo el umbral
de la pobreza pese a tener un trabajo y un sueldo
En un contexto de empobrecimiento creciente,
tener empleo ya no es una salvaguarda ante las situaciones de pobreza. En estos últimos
años la evolución interanual de las retribuciones salariales ha sido negativa;
no así la de las rentas del capital, que han experimentado una evolución
creciente. Muchos trabajadores viven bajo el umbral de la pobreza pese a tener
un trabajo y un sueldo. La crisis ha aumentado en España el índice de la
llamada “pobreza laboral”. En solo tres años, de 2007 a 2010, la tasa ha
aumentado del 10,8% al 12,3%.
Esta situación no es fruto de la fatalidad de la crisis, ni siquiera de los
daños colaterales no deseados de una política supuestamente necesaria. Es elresultado buscado por los diseñadores
europeos de las políticas de austeridad y devaluación interna, aplicadas
por sus ejecutores, los Gobiernos de la UE endeudados, periféricos o PIIGS,
desde mayo de 2010. Estas políticas, además de insoportablemente injustas, han
sido un fracaso en términos económicos, sociales y políticos. En España han
sido ejecutadas con resignación o/y convencimiento por el último Gobierno de
Zapatero y por el de Rajoy.
Preconizar, primero; aplicar, después
Los investigadores del Instituto Sindical Europeo (ISE/ETUI) Degryse, Jepsen y Pochetrecuerdan en un excelente artículo que los altos
funcionarios delBanco Central Europeo y
de la Dirección General de Economía y Finanzas de
la Comisión Europea ya preconizaban, en los inicios del siglo XXI y bastante
antes del estallido de la crisis financiera, que la mejora de la competitividad
fuese impulsada por las fuerzas del mercado, a través de reformas de los
mercados laborales que entrañaran el debilitamiento de la negociación colectiva
y la reducción de los costes laborales.
La crisis ha dado a estos ideólogos del neoliberalismo que dirigen las
instituciones clave de la UE la ocasión de imponer aquello que preconizaban:
devaluaciones internas, ante todo salariales, como modo principal de ganar
competitividad en medio de los estragos de la austeridad, cuanto más en una
zona euro mal construida por ausencia de los requisitos fiscales,
presupuestarios y de competencias necesarios en una unión monetaria.
El Pacto por el euro plus,
el Semestre Europeo y
demás instrumentos para la mala gobernanza económica europea, no digamos ya los
Memorándum de entendimiento (MOUs, por sus siglas en inglés) de los planes de
rescate, hacen del debilitamiento –que
llega a la anulación o congelación en determinados casos- de la negociación colectiva y del diálogo
social el corazón de las reformas laborales impuestas o
preconizadas. Este es el núcleo principal de la reforma laboral aprobada por el
Partido Popular en 2012, y estaba presente, aunque en menor medida, en la del
PSOE de 2010.
Consecuencias buscadas
En resumen, la disminución de
los salarios y el aumento de la desigualdad en el ámbito primario de la
distribución de la riqueza –la empresa y el sector económico, a través de la
negociación colectiva- ha sido una consecuencia conscientemente buscada por los
responsables políticos europeos y españoles a través de las reformas laborales. Una consecuencia adicional ha sido el aumento
de la pobreza en los grupos de trabajadores con salarios más bajos.
El ‘dumping’ fiscal, la débil la lucha contra el
fraude, los paraísos fiscales, los recortes son factores de promoción de la
pobreza y la desigualdad
Si a lo anterior se suman las políticas sumamente regresivas que, desde la
UE y el Gobierno de España, se han impulsado y aplicado en el ámbito secundario
de distribución de la renta – el formado por la articulación de la política
fiscal con las presupuestarias de gasto social- no debe extrañar el escandaloso aumento de la desigualdad y de la pobreza que
sufre España, consecuencia de decisiones políticas o de la voluntaria falta de
ellas. Eldumping o deslocalización fiscal, la absoluta debilidad de
las políticas de lucha contra el fraude y la elusión fiscales (de empresas y
particulares) y los paraísos fiscales, los recortes sufridos en educación, sanidad,
pensiones y prestaciones sociales son, todos ellos, factores de promoción de la
pobreza y la desigualdad.
El Gobierno en funciones acaba de subir el Salario Mínimo Interprofesional
–uno de los más bajos de la UE- un 1%, cifra que no repara la capacidad
adquisitiva perdida en los últimos años. Mientras, en las propuestas y
conversaciones para la difícil tarea de formación del nuevo Gobierno, la lucha
contra el desempleo, la pobreza y la desigualdad no parecen merecer una
atención destacada. ¿Sería mucho
pedir que un programa integral de acción por el empleo de calidad y contra las
desigualdades sociales y la pobreza se sitúe en el centro del debate político y
del programa del nuevo Gobierno?