Según las últimas estadísticas del Ministerio de Empleo y Seguridad Social
el paro bajó en 74.028 personas durante el pasado mes de julio (descenso del
1’8%), coincidiendo así con el periodo estival en el que se registran menores
índices de desempleo que durante el resto del año.
A pesar de este descenso, sigue habiendo más de 4 millones de parados, dato
que se puede desgajar en unos 335.000 jóvenes que todavía hoy no han encontrado
trabajo. Y es que en la juventud el drama es aún mayor: temporalidad de los
contratos, extensas jornadas laborales, horas extra no remuneradas… todos estos
factores llevan a la juventud a la extraña sospecha de estar siendo explotados.
Los datos publicados por el INJUVE revelan que la mayor parte de jóvenes
que encuentra empleo en los meses de verano lo hace bajo el paraguas de la
hostelería o el comercio. Y más allá de cifras o estadísticas, todos conocemos
amigos o amigas que trabajan como camarero, dependienta, cajero… En este
artículo expondremos el caso de los dependientes.
Las rebajas son una de las principales causas de que las empresas contraten
a más jóvenes en verano: se necesitan más dependientes para cubrir las demandas
de los compradores. Esto implica que una gran parte de las ofertas de trabajo
en este sector sean bajo contratos temporales o de media jornada. A simple
vista trabajar media jornada puede parecer positivo porque deja más horas al
ocio y al descanso, sin embargo la experiencia de los dependientes es bien
distinta. Tener un contrato de media jornada implica echar algunas horas extra
que por supuesto no serán pagadas. Otra de las características de este empleo
es el de la flexibilidad horaria: en todas las tiendas de Inditex (Zara,
Stradivarius…) las jornadas no están preestablecidas con un mes o al menos un
par de semanas de antelación, sino que tu jefe puede llamarte para que mañana
eches seis horas y al día siguiente eches otras ocho. Esto supone reajustar tus
planes día a día para adaptarte al horario que te marquen. Por último hablemos
sobre lo que hace un dependiente, pues no están definidas sus tareas concretas:
un día puedes llegar y tener que colocar ropa, otro día almacenar cajas en el
almacén y si tienes suerte podrás cobrar en caja, este vaivén de tareas
dificulta la adaptación al trabajo y más cuando las pautas formativas en ellas
son nulas.
¿Y acerca de las vacaciones? El dependiente tampoco percibe unas vacaciones
a no ser que tenga un contrato indefinido y lleve ya algún tiempo trabajando
para la empresa. En el caso de los contratos por horas, de los contratos de
prácticas o los eventuales (que te van renovando mes a mes o de quincena en
quincena) las vacaciones se convierten en una ilusión que se queda en unos días
libres que cambias a este o aquel compañero/a. El escaso salario que el
dependiente cobra, ligado a todo lo explicado ya, hacen de este trabajo uno de
los peores empleos de verano para la juventud.
En conclusión, el trabajo de dependiente es un engaño de los pies a la
cabeza, desde el contrato y el salario hasta las diversas situaciones que te
puedes encontrar una vez tomes el trabajo. La precariedad del empleo joven
en general, y durante el verano en particular, es consecuencia directa de la
destrucción del tejido productivo, de los ataques contra la juventud y contra
los derechos laborales del trabajador, y por otro lado es la causa de que
cada vez más jóvenes que ocupan estos puestos sientan eso que hemos llamado la
“extraña sospecha de estar siendo explotado” porque, en efecto, la sospecha se
confirma a la luz de la realidad.