El
día 12 de septiembre de 1973, el diario chileno La Segunda publicaba que el
cantante y director de teatro, Víctor Jara había fallecido de manera no
violenta y que su funeral sería de carácter privado. En verdad, Víctor Jara
estaba en ese momento junto con 5500 chilenos, detenido en el Estadio Chile. El
16 de septiembre, a las 7:00, el cuerpo de Víctor Jara, junto con cinco
cadáveres más, fue encontrado al lado del Cementerio Metropolitano.
¡Trabajadores de mi Patria!: Tengo fe en Chile y en su destino.
Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende
imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se
abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para
construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los
trabajadores!
Éstas son mis últimas palabras,
teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de
que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la
cobardía y la traición."
Estas
fueron las últimas palabras de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 a
las 10:15, a través de Radio Magallanes, la única radio pro-gubernamental aún
no silenciada. Aquella mañana, ante el golpe de Estado perpetrado por un grupo
de las Fuerzas Armadas, la Armada y los Carabineros de Chile, con el comandante
en jefe del Ejército, Augusto Pinochet a la cabeza, y el apoyo de los Estados
Unidos de América exigieron la renuncia inmediata del presidente, refugiado en
el Palacio de la Moneda, desde el que lanzó este último discurso antes de
suicidarse.
El inicio de la dictadura militar de Pinochet significó un apagón cultural para un país
que, tras siglos de explotación colonial comenzaba a florecer llevando como
estandarte la unidad de los trabajadores y trabajadoras que habían elegido al
gobierno de la Unidad Popular. El Chile de Allende había sido
apoyado por figuras culturales como Víctor Jara, Ángel Parra, Julio Numhauser o
Pablo Neruda. Por eso, la represión enseguida se cebó con ellos y 600
académicos, estudiantes y funcionarios de la Universidad Técnica del Estado
(UTE) fueron retenidos en el Estadio Chile (hoy Estadio Víctor Jara) el 11 de
septiembre. Al reconocer a Jara entre los presos, un oficial pronunció estas
palabras, "¡Así que vos sos Víctor
Jara, el cantante marxista, comunista concha de tu madre, cantor de pura
mierda!"
Víctor Jara (1932-1973), de origen campesino, había llegado a
Santiago de Chile con su familia en 1944 y se había incorporado al coro de la
Universidad de Chile. Sin embargo, su primer incursión en el arte había sido a
través del teatro, estudiando entre 1959 y 1961, actuación y dirección en la
Escuela de Teatro de la Universidad. Durante toda la década de 1960 se
consolidó como uno de los mejores directores de la escena chilena. De forma
paralela, desde 1957 practicó también la música
popular en el grupo Cuncumén y luego Quilapayún, rescatando la tradición
popular y enunciando la reivindicación social de las clases desposeídas del
país. Desde 1970 asumió un fuerte compromiso
político participando activamente en la campañas electorales de
la Unidad Popular y en el gobierno de Salvador Allende.
En 1969 obtuvo el triunfo en el Primer Festival de
la Nueva Canción Chilena, con su composición"Plegaria a
un labrador", décima canción de la Cara B del disco El derecho a vivir en paz. Precisamente, el tema homónimo, una
canción protesta contra la intervención estadounidense en
la guerra de Vietnam, en apoyo al líder Ho Chin Mihn, se convirtió en uno
de los himnos que Víctor Jara legó. Pues, muy a pesar de su asesinato, el
artista dejó una imborrable herencia al pueblo chileno y al mundo en general:
la historia de Manuel, obrero que muere en un accidente en la fábrica y por el
que su novia Amanda suspira, la del minero que subía, bajaba, "todo para
qué/nada para mí", o el Manifiesto en el que reconocía que no cantaba por
cantar, ni por tener buena voz, sino porque "la guitarra/ tiene sentido y
razón".
Estando preso en el Estado, escribió su último poema y
testimonio "Somos cinco mil", en relación a los detenidos que con él
se encontraban ("¡Cuánta humanidad/ con hambre, frío, pánico, dolor/
presión moral, terror y locura!). Tras escribirlo, el nuevo régimen represivo se
propuso silenciar por siempre al cantor y a su mensaje revolucionario. Por eso,
le rompieron las manos, para que no pudiese hacer más gritar a su guitarra, y
le rasgaron y cortaron la lengua, para borrar sus palabras. No
obstante, nunca se pudieron callar las verdades, porque, como decía en su Canto
Libre,
"Mi
canto es una cadena
sin
comienzo ni final
y en
cada eslabón se encuentra
el
canto de los demás."
(Tinta roja)