En Europa, los economistas o políticos que se atreven a decir
que el euro ha sido un fracaso y está lastrando el crecimiento suelen ser
tachados de extremistas. Sin embargo, al otro lado del Atlántico, son cada vez
más voces de prestigio las que argumentan esta hipótesis, que incluso empieza a
convertirse en una verdad para parte de la opinión pública: “El euro ha sido un
desastre para todos los países, incluso para los que han hecho políticas
correctas”, sólo se libra Alemania, reporta eleconomista.es.
Ese es el titular que ha elegido el periodista estrella del Washingtong
Post, Matt O’Brien, que
dedica un artículo a mostrar el decepcionante comportamiento de las economías
que han permanecido dentro del euro, incluso las que han implementado políticas
económicas más ‘apropiadas’.
A esta
teoría se han sumado en los últimos tiempos economistas de la talla de Ben
Bernanke (ex presidente de la Reserva Federal), Paul Krugman o Joseph Stiglitz
(ambos premios Nobel de Economía). Creen que la Eurozona no es un área
monetaria óptima, por lo que tiene muchas papeletas para desaparecer si no se
implementan grandes cambios.
Hace
escasos días, Bernanke publicaba una entrada en su blog personal en la que
asegura que “el comportamiento económico de la Eurozona ha sido profundamente
decepcionante. Los fallos de la política europea han sido dos: la debilidad de
actuación del área euro como conjunto y las grandes asimetrías presentadas
entre países con la misma moneda”.
Bernanke basa su
argumentación en los conocidos como ‘shocks asimétricos’. Mientras que países
como Alemania registran tasas de paro históricamente bajas otros como España o
Grecia baten récords de desempleo: “Los riesgos para el proyecto europeo son
reales. Además, las razones que ponen en peligro este proyecto no son difíciles
de identificar. La lenta recuperación de la Eurozona se debe a la resistencia
política que ha evitado la intervención agresiva del BCE y al excesivo ajuste
fiscal, especialmente en países como Alemania, que tenían margen para aflojar
su cinturón. Además, se tardó demasiado en restaurar la confianza en el sector
bancario mediante pruebas como las puestas en marcha en EEUU”.
Alemania, la
vencedora
Bernanke también cree
que Alemania se ha beneficiado del euro, “aprovechando la debilidad de una
divisa (el euro) que cuyo ‘valor’ ha sido muy inferiro a la de una hipotética
divisa alemana. La pertenencia de Alemania a la Eurozona ha permitido a las exportaciones
germanas ganar un gran impulso, que no hubieran tenido si hubieran seguido con
su propia divisa”.
O’Brien señala en el Washingtong
Post que hasta países que han sido coherentes con sus políticas
económicas, como Holanda o Finlandia, están sufriendo las consecuencias de
pertenecer a la Eurozona. Y lo ilustra mediante una comparación con otros
países similares.
Así, mientras que
Holanda y Finlandia están teniendo serios problemas para registrar tasas de
variaciones positivas en el crecimiento de su PIB, países como Islandia,
Dinamarca o Suecia (que han mantenido su propia divisa) están creciendo sin
problemas, a tasa cercanas o superiores al 2% anual.
O’ Brien argumenta que
los países que están dentro del euro no pueden devaluar su divisa para crecer vía
exportaciones, tampoco pueden manejar los tipos de interés oficiales para
adecuarlos a sus necesidades particulares y tienen que cumplir con unos ratios
de déficit determinados. “Todo lo que ellos pueden hacer es recortar salarios,
recortar gastos y demás políticas relacionadas con una devaluación interna. El
euro es como una camisa de fuerza que convierte problemas puntuales en
problemas que se pueden convertir en históricos, como está siendo el de
Grecia”.
Para los premios Nobel
de Economía Stiglitz y Krugman la creación de la Eurozona entrañaba grandes
retos que sin una unión fiscal y política real difícilmente iban a ser
resueltos. Así lo señala Stiglitz en unos ‘work-papers’ de la Universidad de
Columbia: “Los problemas del euro fueron ampliamente anticipados: Europa no es
un área monetaria óptima, los problemas surgirán cuando las regiones se
enfrenten a ‘shocks asimétricos’, el euro es sólo un proyecto político y los
políticos no son suficientemente fuertes como para hacer lo correcto”.
Krugman es uno de los
economistas no sólo ha vaticinado que el euro no funcionaría sino que además
cree que este proyecto ha muerto ya de facto con la crisis de Grecia y las
imposiciones de los acreedores a Atenas: “Lo de Grecia es un golpe de Estado,
el proyecto europeo ha muerto”.
Krugman, al igual que
Ben Bernanke, no duda en señalar a Alemania como el país más beneficiado de la
creación de esta divisa que sólo favorece a algunos países que si tuvieran su
propia moneda estaría mucho más apreciada que el euro.
Más allá de las
opiniones de estos prestigiosos economistas y periodistas, parece evidente que
salvo Alemania, los países que prefirieron mantener su soberanía monetaria han
logrado un crecimiento más sólido y estable tras la crisis financiera, mientras
que la gran parte de naciones que adoptaron la moneda única han presentado
crecimientos más débiles y volátiles.