Hace ya casi cuatro años que el PCPE respondía con claridad a la
convocatoria del 15M, explicando a la clase obrera que el inicio de aquellas
movilizaciones, bajo la consigna de ¡Democracia Real Ya!, respondían a una
estrategia de bajar presión a la olla social y evitar respuestas de contenido
clasista. Hoy, con más perspectiva, se puede constar lo preciso de aquellos
análisis, en los que se encuentran las bases para explicar el proceso que hoy
convulsiona a la izquierda política de nuestro país.
Crisis económica y crisis política.
En el verano de 2007 estallaba en Estados Unidos una tormenta perfecta. En
el plano de la circulación del capital se comenzaba a manifestar la crisis de
sobreproducción que venía gestándose en la base económica capitalista y que,
con rapidez inusitada, cruzaría el Océano Atlántico hasta para llegar al
corazón de la vieja Europa.
El tsunami de la crisis llegó a España con cierto retraso, pero en el
cuatro trimestre de 2008 se manifestaba con especial intensidad en nuestra
economía, disminuyendo el Producto Interior Bruto del país, en los primeros
trimestres de 2009, un 1,9%, un 3,4% y un 4,4%, manteniéndose el decrecimiento
hasta que, a partir del cuarto trimestre de 2010 se produce una tímida
recuperación seguida de una nueva caída en el ejercicio económico 2011 y
seguir, a partir de ahí, una nueva "W". Ese proceso fue acompañado de
una intensa destrucción de fuerzas productivas. Del 13,79% de desempleo en 2008
se pasó a un 25,77% en 2012, manteniéndose desde entonces entre los cinco y los
seis millones los trabajadores y trabajadoras a los que el capitalismo les
niega un empleo, lo que según la Organización Internacional del Trabajo se
mantendrá así, al menos, hasta 2019, momento en que el porcentaje de desempleados
se mantendría, todavía, entorno al 21%.
El azote del desempleo, la intensa disminución de la capacidad adquisitiva
de los salarios, el incremento de la explotación en todo tipo de empleos
basura, el robo masivo de viviendas a través de ejecuciones hipotecarias y
violentos desahucios, el recorte de derechos sociales en materia de educación,
sanidad, dependencia, etc. fueron generando un creciente sentimiento de
hartazgo en amplios sectores de la clase obrera y del pueblo pues, el mismo
tiempo que se incrementaba el sufrimiento de quienes viven de su trabajo, se
suceden en el país los escándalos de corrupción, salpicando a todos los
partidos parlamentarios, muy especialmente al PP y al PSOE, a la banca, a las
grandes fortunas y también a la Casa Real.
La economía capitalista no funciona y tampoco su institucionalidad, y así
lo van percibiendo amplios sectores del pueblo trabajador. Por primera vez
desde los últimos días del franquismo se va gestando una crisis en la cúspide,
una crisis política que afecta a las instituciones fundamentales en que se
asienta la dominación capitalista. Pero, en esta ocasión, y como bien saben las
clases dominantes, los márgenes de actuación son menores, porque la crisis
estalla en un momento histórico en que el grado de parasitismo del sistema y el
grado de reparto del mundo entre las grandes potencias, impide salidas que no
vengan de la mano de nuevas guerras imperialistas y de una explotación extrema
y violenta de la clase obrera.
Se levantan falsas banderas de lucha.
El bloque dominante oligárquico - burgués, que domina en España con puño de
hierro, no puede permitir un proceso acelerado de toma de consciencia, de
organización y de lucha, protagonizado por la clase obrera de los pueblos de
España. Se levantan entonces, amplificadas por los monopolios mediáticos, tan
capitalistas como cualquier otro monopolios, falsas banderas de lucha que
empuña una pequeña burguesía, amenazada en su propia existencia por el
imparable proceso de concentración y centralización del capital, tratando
fundamentalmente de evitar su propia proletarización. O lo que es lo mismo,
luchan fundamentalmente para no ser clase obrera. Y en esa lucha atrapan a
sectores amplios de trabajadores y trabajadoras descontentas a quienes ya no
representan las agotadas organizaciones políticas que hasta la fecha han
engañado a la clase obrera de nuestro país: el PSOE e IU - PCE.
El nuevo movimiento coloca una serie de propuestas que buscan perfeccionar
la dictadura del capital, que buscan hacerla . Y pronto
se ponen de manifiesto ciertas tendencias profundamente reaccionarias dirigidas
fundamentalmente contra las formas de organización y lucha de la clase obrera,
pues estorba la organización sindical y política de la clase obrera, estorban
las formas colectivas y se pone en primer plano todo lo individual, algo muy
del gusto del pequeño burgués.
Imposible sin la complicidad del gran capital.
Han sido varias las ocasiones en que los y las comunistas hemos sido
acusados de buscar manos oscuras detrás del surgimiento del movimiento
indignado. Pero no es eso. Al igual que nosotros analizamos lo que sucede y
actuamos para derrocar al capitalismo, el bloque dominante actúa para apuntalar
el sistema, para que perdure, pues en ello le va su propia existencia. Sería de
una tremenda e imperdonable ingenuidad pensar que las clases dominantes se
mantienen impasibles ante la crisis en la cúspide, cuyos entresijos conocen
mejor que nadie. Incluso sería estúpido pensar que un movimiento que cuestione
en lo más mínimo los pilares de la dominación de los monopolios pueda contar
con el descarado apoyo de sectores del capital monopolista.
Y la táctica de esos sectores del bloque dominante continuó tras el 15-M en
algunas convocatorias posteriores y resurgió con inusitada fuerzas cuando a
primeros de 2014 comenzó a organizase como partido político PODEMOS. Con
independencia de la mayor o menos habilidad mediática de sus líderes, en pocas
ocasiones se ha visto un apoyo tan directo del poder mediático al nacimiento de
una fuerza política, y en menores ocasiones aun cuando esa fuerza se presenta
como contraria a ese mismo poder. Se reorganiza así el flanco izquierdo del
capitalismo español, realizando un esfuerzo ingente -sin reparar en recursos y
maniobras- para colocar a la clase obrera detrás de un utópico y reaccionario
proyecto de refundación capitalista, dentro de los márgenes del
parlamentarismo, al mismo tiempo que se lanza una campaña antisindical sin
precedentes, a la que dan pie los dirigentes sindicales al servicio de una corrupta
aristocracia obrera, amante de la conciliación de clases y el pacto social.
La segunda etapa de ese proceso en que el bloque dominante despliega su
táctica, una vez blindado el flaco izquierdo, y ante el potencial temor de que
la se desboque, es proceder a reajustar el flanco
derecho. Se pone entonces en marcha el mismo manual, pero esta vez con Albert
Rivera y Ciudadanos. Si se hunde el bipartidismo, fruto del justificado hastío
de las masas, no hay problema: las fuerzas de repuesto ya han sido presentadas
en sociedad y preparadas para un nuevo engaño al pueblo, aunque ello suponga
asistir al funeral de Izquierda Unida y de UPyD.
No es un , es una estafa.
Y es que lo que está sucediendo recuerda demasiado al manual de la llamada
transición. Lo que se está proponiendo es, ni más ni menos, que un nuevo
reajuste de las formas de dominación. Ante los cambios en la base económica se
procede de inmediato a reajustar las instituciones en que se asienta la
dictadura del capital, se tratan de recomponer los consensos en que se asienta
la dominación y se pone en valor a los nuevos líderes llamados a dirigir el
capitalismo español, por cualquier de sus flancos, en esta nueva etapa. Hasta
la Casa Real renueva su liderazgo y trata de preparase para los próximos
cuarenta años.
Lo que se propone no es un cambio real, es una estafa, un aparentar
cambiarlo todo para que todo siga igual. Porque no se trata de cómo gestionar
el capitalismo, no se trata de cómo servir a la dictadura del capital, y quien
presenta las cosas de esa manera está engañando conscientemente al pueblo al
proponer como alternativa lo que en realidad es una mera alternancia.
La cuestión a responder es qué clase está en el poder. Si continúa el poder
en manos de la oligarquía no hay cambio ni esperanza posible para la clase
obrera de nuestro país. Por tanto, la alternativa real, sigue siendo el
cuestionamiento del capitalismo y de toda forma de explotación y opresión, lo
que está en el orden del día, salvo que se quiera estafar al pueblo, es la
lucha por el socialismo - comunista. Y para eso es necesario fortalecer la
organización sindical y política de la clase obrera, es necesario levantar un
potente movimiento obrero y sindical que, con el Partido Comunista al frente,
no sólo luche contra el sistema sino también contra los que pretenden encerrar
a la clase obrera en él.
¡Combatiendo a la nueva socialdemocracia!
Carmelo Suárez/ R.M.T.