Texto presentado por el camarada Carmelo
Suárez, Secretario General del PCPE, ante el plenario del Encuentro
Internacional que se celebra durante este fin de semana en Lisboa.
El capitalismo en crisis golpea
brutalmente a la clase obrera y a los sectores populares.
Estimados camaradas, en primer lugar quiero agradecer al PC Portugués la organización de este 15 Encuentro Internacional. Al mismo tiempo, saludo fraternalmente a todos los partidos presentes y envío un caluroso abrazo internacionalista y proletario a todos los que no han podido estar en esta edición del Encuentro Internacional.
Quiero comenzar mi intervención señalando dos elementos en los que creo que todos y cada uno de los partidos presentes estamos de acuerdo: el capitalismo se halla en una profundísima crisis que no tiene visos de superarse, mientras que los capitalistas intentan remontar su tasa de beneficio mediante el incremento de los niveles de explotación sobre la clase obrera.
Estimados camaradas, en primer lugar quiero agradecer al PC Portugués la organización de este 15 Encuentro Internacional. Al mismo tiempo, saludo fraternalmente a todos los partidos presentes y envío un caluroso abrazo internacionalista y proletario a todos los que no han podido estar en esta edición del Encuentro Internacional.
Quiero comenzar mi intervención señalando dos elementos en los que creo que todos y cada uno de los partidos presentes estamos de acuerdo: el capitalismo se halla en una profundísima crisis que no tiene visos de superarse, mientras que los capitalistas intentan remontar su tasa de beneficio mediante el incremento de los niveles de explotación sobre la clase obrera.
Hablamos continuamente del recorte de derechos sociales y laborales, de cómo los servicios públicos se ven amenazados por el capital monopolista que pretende obtener así nuevos espacios para la reproducción pero, en lo concreto ¿esto qué significa? ¿en qué situación se halla la clase obrera en nuestros países y qué reflejo tiene esto en la política de nuestros Partidos?
En España las condiciones de vida y
trabajo de la clase obrera han empeorado brutalmente desde el estallido de la
crisis, como consecuencia de la aplicación sistemática y acelerada de las
políticas de ajuste que aplican los distintos gobiernos en beneficio,
fundamentalmente, del gran capital monopolista. Estas políticas, que no son
otra cosa que la expresión más brutal y directa de las que, hasta el año 2008,
ya venían anunciando y aplicando los distintos organismos de gestión
capitalista europeos y españoles, tienen una traducción muy directa y muy
concreta en la vida de nuestra clase y de los sectores populares.
Como consecuencia de la destrucción de
fuerzas productivas, el paro ha crecido exponencialmente, alcanzando los seis
millones según las cifras oficiales. Esto ha tenido efecto no sólo en el
incremento de los índices de pobreza, sino también en el número de desahucios,
en el constante incremento de familias que no tienen prácticamente ningún
ingreso para llegar a fin de mes o en el crecimiento de los índices de
malnutrición infantil, por citar sólo algunos ejemplos. La desesperación ante
la imposibilidad de alimentar a los hijos ha llevado ya a varias personas al
suicidio. La ofensiva del capital se traduce con claridad en hambre, miseria,
gente sin hogar y muerte.
Por otra parte, los trabajadores y
trabajadoras que mantienen el puesto de trabajo, se ven sometidos a un niveles
de terrorismo patronal desconocidos en los últimos años: el miedo real a perder
la única fuente de ingresos de la que, en muchos casos, dependen familias
enteras, conlleva la aceptación de las cada vez más esclavizantes condiciones
laborales previstas en las sucesivas reformas laborales aprobadas por los
gobiernos del Partido Socialista y el Partido Popular. La generalización del
despido colectivo deja en la práctica sin derechos a amplios sectores de la
clase obrera, al mismo tiempo que los derechos sindicales están en franco
retroceso, todo ello ante la incapacidad de las cúpulas sindicales para
plantear una lucha orientada directamente a su recuperación. La patronal tiene
en la práctica la capacidad para vulnerar cualquier legislación laboral, puesto
que es más barato que nunca despedir a los trabajadores y trabajadoras y no
existen consecuencias legales de ningún tipo cuando eso ocurre. La ofensiva del
capital se traduce con claridad en que nuestros derechos son papel mojado en
manos de los capitalistas.
Las condiciones de seguridad en el
trabajo empeoran, a pesar de los discursos oficiales. Muy recientemente, 6
mineros fallecieron en el norte de España en el peor accidente en los últimos
veinte años en ese sector. Fue un accidente que se pudo haber evitado, había
informaciones que revelaban días antes el peligro de escapes de gas, lo que
causó finalmente la muerte de estos compañeros. ¿Habrá quien pague por ello? Lo
dudamos. Pero sí hay quien paga con su vida para que el patrón siga obteniendo
beneficios, no sólo en ese sector, sino en todo el resto de sectores de la
producción donde cada vez lamentamos accidentes más graves. La ofensiva del
capital se traduce con claridad en que nuestras vidas valen poco frente a la
obtención de más beneficios.
Se habla mucho de los servicios
públicos, pero su recorte y su privatización están suponiendo, por ejemplo, que
esté muriendo gente a la puerta de los hospitales o que los tratamientos que
hasta hace poco eran gratuitos o poco costosos para los enfermos, hoy sean cada
vez más difíciles de obtener por las familias trabajadoras, o que plantas
enteras de hospitales se hallen cerradas mientras se incrementan las listas de
espera, obligando a quien puede pagar a acudir al sector privado. No son
palabras, son hechos concretos que demuestran que la ofensiva del capital se
traduce con claridad en que los servicios públicos se destruyen hasta
convertirse en meras comparsas asistenciales de sistemas privados dominados por
el gran capital.
La sociedad española está cada vez más
polarizada. Y en el mundo eso también se ve. Cada vez es más evidente la brecha
que separa a ricos y pobres, a burgueses y proletarios, y cada vez queda menor
espacio para los pequeños propietarios, que se proletarizan a marchas forzadas
por mucho que la ofensiva ideológica, al menos en España, se centre en pretender
fomentar el espíritu emprendedor entre nuestros jóvenes.
En este clima, hay quien nos dice que
los graves problemas que ahogan a la clase obrera y los sectores populares se
resuelven con más democracia. SÓLO por más democracia. Ante una agudización
brutal de las contradicciones en todos los campos, luchemos por más democracia,
dicen. Claro que los comunistas tenemos que luchar por no perder derechos
democráticos, es parte consustancial de nuestra lucha general contra el
capitalismo, pero hablar de democracia en abstracto, sin vincularla a la
cuestión de la propiedad de los medios de producción y de la clase en el poder
lleva a que la clase obrera se vea atrapada en las normas y pactos de la
democracia burguesa, donde los derechos son papel mojado para el capital cuando
está en juego su tasa de beneficios.
Otros nos dicen que luchemos por
mantener el Estado del Bienestar. Es decir, nos dicen que luchemos por un
capitalismo más humano, menos agresivo. ¿Tanto daño puede hacer la
participación en el juego parlamentario que lleva a algunos partidos comunistas
a olvidar el horizonte del Socialismo? ¿No es quizás hora de reconocer que
nuestro movimiento ha estado demasiados años paralizado por la excesiva
importancia dada a la lucha parlamentaria en detrimento de la lucha de masas?
Otros nos dicen que pactemos con la
burguesía nacional. ¿Qué burguesía nacional tiene hoy un papel progresista que
jugar en el capitalismo imperialista? ¿Qué burguesía nacional es hoy de
carácter nítidamente antimonopolista y qué burguesía nacional no está hoy
jugando a ser monopolista?
Camaradas, las luchas parciales, las
luchas de resistencia, no son un objetivo, son un medio y únicamente podemos
entenderlas como tales. Son un medio para el desarrollo de la capacidad de
lucha, pero no debemos caer en el error de absolutizarlas y que nos hagan
perder el horizonte de la lucha por el derrocamiento del poder burgués y la
construcción del Socialismo, que es el objetivo declarado de los comunistas. En
esas luchas, enmarcadas en la lucha general por el Socialismo, tendremos que
saber bien quiénes son nuestros aliados, que no son cualquiera, sino las capas
que objetivamente se ven hoy amenazadas por el dominio del capital monopolista:
la clase obrera, junto con los pequeños propietarios y los campesinos pobres
debe forjar la alianza que llevará al derrocamiento del poder burgués.
Muchas gracias.