Tengo que confesar que aún, diez días después de acabar su lectura, no me he repuesto del shock emocional que me ha supuesto zambullirme en El hombre que amaba los perros, la última novela del escritor cubano Leonardo Padura. Y utilizo el verbo "zambullir" porque eso es precisamente lo que he hecho, lanzarme de lleno a las páginas de este libro, buscando un minuto libre para seguir por donde lo había dejado, devorando página tras página. Y es que esta novela pertenece a la estirpe de los libros que dejan una huella indeleble en el lector.
Padura es autor de una extensa bibliografía de novela negra. Creador de Mario Conde (nada que ver con el banquero español, eh) ese policía cuyo deseo principal es convertirse en escritor, protagonista de una serie de novelas altamente recomendables como Adiós Hemingway, La neblina de ayer o Pasado perfecto.
En su última novela, El hombre que amaba los perros, Padura lleva a cabo un finísimo ejercicio de malabarismo literario para narrar tres historias diferentes, que al final, unidas por el hilo invisible de la pasión que tres hombres sienten por los borzois (una raza de galgo) rusos, se acaban convirtiendo en una sola. A saber: los últimos años en la vida de León Trostky, la vida de su asesino, el catalan Ramón Mercader y una tercera historia, la de un escritor cubano repleto de frustración a todos los niveles, Iván, que de manera azarosa, se ve relacionado con un hombre que resulta ser el propio Mercader.
Todas las alabanzas que reciba esta novela son pocas y me quedo corto. Una obra maestra. Está bien documentada, reparte leña a diestro y siniestro, a unos y a otros, y desde el punto de vista lingüístico es impecable, algo que no se puede decir de la mayoría de novelas españolas contemporáneas. En fin, un placer desde la primera hasta la última pagina. Los 22 euros mejor gastados de los últimos meses. Lo único malo que tiene este libro es que después uno no encuentra nada que sea capaz de sustituirlo.
Rafael Calero Palma
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