La primera excavación ha recuperado 55 cuerpos
Descubren que en las ejecuciones participó también personal civil.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aguilar de la Frontera (Arehemisa) ha presentado los resultados de la primera fase de las exhumaciones que ha desarrollado entre mayo y septiembre.
Su presidente, Rafael Espino, explicó las diferentes fases de los trabajos en las que han sido fundamentales el libro de registro del cementerio, los minuciosos estudios de planimetría que se han realizado para tratar de reconstruir la distribución que este lugar tenía en 1936 y los testimonios orales aportados por algunas personas, especialmente por Manuela Molina que, desde una casa ubicada en un cerro cercano, presenció la ejecución y enterramiento de numerosos represaliados. Según dijo "durante esta primera fase han sido extraídos 55 cuerpos, de los que cinco ya han sido identificados con las pruebas de ADN".
Los 51 cuerpos restantes y 84 familias están a la espera de los resultados de las pruebas realizadas. De los cuerpos extraídos, 47 pertenecen a varones adultos, 7 a mujeres y 1 a un niño. La recuperación de cada cuerpo ha supuesto un coste de 890 euros y la identificación con ADN unos 240 euros, gastos que se están asumiendo con la subvención de 49.000 euros concedida por el Ministerio de la Presidencia.
En la primavera del 2011 empezará la segunda fase, abriendo las dos grandes fosas de la explanada del fondo del cementerio, donde se esperan encontrar entre 80 y 100 cuerpos, posiblemente mezclados con los enterramientos de caridad o beneficencia. Esta fase concluirá con la creación en este lugar de un parque y una sala permanente dedicados a la memoria histórica.
La arqueóloga Virginia Barea explicó el complicado proceso de excavación y sus dificultades técnicas. Por su parte, Jorge Cepillo explicó la labor del antropólogo forense, cuyo principal objetivo ha sido determinar la causa de las muertes, recabando todos los datos posibles para su posterior identificación. En este sentido han sido muy importantes todos los objetos, personales o no, encontrados junto a los cuerpos como balas, peines, relojes, mecheros, carteras, etcétera. La mayoría de los cuerpos presentaban síntomas evidentes de violencia, encontrándose maniatados, agujeros de bala en el cráneo o en el pecho o con síntomas de haber sido asesinados, quemados y, después, trasladados en sacos hasta la fosa. Según dijo "las pruebas balísticas encontradas ponen de relieve que en los asesinatos no sólo intervinieron la Guardia Civil, militares y Falangistas, sino particulares que tenían armas sofisticadas como fusiles Winchester o pistolas Laucher".
Según Rafael Espino "el objetivo final que se persigue es aportar todas estas pruebas y las más de 10.000 fotografías realizadas para que algún tribunal nacional o internacional reconozca estos crímenes de lesa humanidad y pueda hacerse justicia".