Cinco años de Carrera. Dos años
de Máster. Más de seiscientas horas de prácticas no remuneradas. Pero, por fin,
después de tantos sacrificios (personales y económicos), consigues tu primer
trabajo. O mejor dicho, tu primer trabajo en aquello para lo que te has
formado.
Probablemente, para llegar hasta aquí has tenido que pasar un
duro proceso de selección, o quizás convenciste a tu jefe con tu trabajo tras
superar el periodo de prácticas. En fin, muchísimo esfuerzo que se concentra en
un momento.
Tú, como yo, creciste en una familia de clase obrera en la que
sigue existiendo el mito de que los problemas que sufren tus padres se deben a
que, en su momento, no quisieron o no pudieron estudiar. Por tanto, para ellos,
el primer universitario de la familia es como un bálsamo a todos sus males, al
fin y al cabo, sus hijos no tendrán que pasar por lo que ellos pasaron.
Con todo ello, la ilusión por empezar tu carrera profesional es
enorme, y es por eso que cuando te encuentras con la cruda realidad, el golpe
es durísimo.
Lo primero de lo que te das cuenta es de que tus condiciones
laborales son iguales o peores que las que tienen tus amigos en trabajos no
cualificados, o de las que tú mismo tenías hace bien poco en tu anterior
trabajo.
Lo segundo de lo que te das cuenta es de que la idea de que
vivirías "de puta madre" se ha evaporado rápidamente de tu cabeza y
que, excepto por la parte física del trabajo, no vivirás mejor que tus padres.
Lo tercero de lo que te das cuenta es de que tus planes se
acaban de convertir en objetivos a largo plazo y la emancipación tendrá que
esperar algún año más, por lo menos hasta que encuentres a alguna persona con
la que compartir tu vida porque, por desgracia, las condiciones que nos imponen
hacen que la vida no se comparta por amor o por lazos de amistad, sino por una
imperiosa necesidad económica.
Así, cualquier persona que haya llegado desde una familia de
clase obrera al mundo de los profesionales liberales, al mundo de los
trabajadores con estudios superiores, sabrá identificarse perfectamente con
estas palabras, porque el trabajar con una retribución “a convenir”, dándote de
alta como autónomo aunque trabajes para tu jefe, cobrando el salario mínimo
interprofesional, o incluso por debajo, y todo ello bajo la perfecta justificación
de que "estás empezando" y "mejor eso que nada", son el pan
nuestro de cada día.
Por tanto, la cuestión primordial aquí es saber por qué se ha
llegado a esta situación y saber qué tenemos que hacer para cambiarla
radicalmente.
Respecto a la primera cuestión, la realidad es clara, y es que
la proletarización de las capas medias avanza a marchas forzadas.
La crisis capitalista, el 50% de paro juvenil, la nula
sindicación, son causas de la situación actual, así como la guerra ideológica
del "es el primer trabajo", "te sirve para coger
experiencia", sirven para que no se ataque estas causas y se acepten como
normales.
Respecto a qué hacer, la propuesta es clara: organizarnos en
cada centro de trabajo, en cada sector, para que nadie se tenga que ver forzado/a,
con o sin estudios superiores, a tener una vida miserable, a aceptar como
normal lo inaceptable, a adaptarse a la explotación y tratar de convivir con
ella.
Es eso, o un día ser nosotros los que, como nuestros padres hoy,
nos llevemos la hostia de que nuestros hijos e hijas todavía vivirán peor que
nosotros.
Luis Muñoz Gutiérrez