Poco han
tardado en ponerse de acuerdo los representantes de la nueva socialdemocracia y
del oportunismo de siempre. Y no es de extrañar. Más allá de la lucha por el
número de sillones que ocupe cada cual, ambas fuerzas expresan los mismos
intereses. Los trabajadores y trabajadoras de nuestro país nada deben esperar
de ese acuerdo dirigido a sembrar falsas ilusiones y a arrojar arena a los ojos
de nuestra clase obrera.
Lo
primero es lo primero: los sillones.
Esta
misma tarde Pablo Iglesias y Alberto Garzón sellaban el preacuerdo entre sus
equipos negociadores con un fuerte abrazo. Por fin han dado con la clave para
resolver los problemas de nuestro pueblo: Podemos contará con 5/6 de los
escaños que alcancen e Izquierda unida con 1/6. Esa proporción mágica se combina
con el que cada cual recupere de la subvención electoral lo que haya pagado
durante la campaña, con una propina de un 5% para IU.
Como en
1982: ¡Juntos Podemos! El oportunismo de Izquierda Unida, al igual que antes
sucediera con el PCE carrillista, no tiene límites. Primero el pacto con la
nueva socialdemocracia, tras las elecciones el pacto con la vieja.
¿Programa,
programa, programa?
Tras
superar el escollo principal ya habrá tiempo de hablar del programa. Y todo
ello, muy al estilo del oportunismo 2.0 que representan: ratificado por las
bases de ambas estructuras mediante un voto cibernético en el que se pide el
apoyo para un pacto sin programa. Y no es de extrañar, pues mientras en la
campaña electoral de diciembre unos representaban “lo transversal” otros se
definían “de izquierda”. ¡Qué más dará! Ahora se llamarán “transversales de
izquierda” o cualquier otra estupidez “que venda”. El programa que finalmente
se defienda será siempre el que aconsejen las encuestas. Además, mejor defender
estar en la OTAN y no lo estar, más votos inconscientes que se atrapan.
Y al
final ya se sabe: el pacto con el PSOE obligará a renunciar sobre lo ya renunciado
y, como es sabido, adornado por las necesarias medidas de cara a la galería, el
programa será definido donde siempre: en los centros de poder real del
capitalismo monopolista. Ante la ausencia de un programa común de la coalición,
cada cual contará su historia al electorado, y si se alcanza el programa de
“fuerte contenido social” se escribirá, como el griego, en papel mojado.
Pero lo
básico de la novísima coalición de coaliciones, según reza en su preacuerdo, es
lo siguiente: “Aspira a un nuevo marco constitucional que ponga al ciudadano o
ciudadana en el centro de la política”. O sea, una reforma de la Constitución
capitalista de 1978 igualmente capitalista. Justo lo que las clases dominantes
necesitan en un momento de intensa crisis del aparato estatal. Y ¡qué mejor que
con el concurso de la “izquierda radical”!
Una
máquina electoral para sembrar frustración.
Lo que
se está configurando es una maquinaria electoral bajo la falsa bandera del
famoso sorpasso. Pero en esta ocasión, en vez de a la italiana siguiendo la
estela de Enrico Berlinguer en 1976, se da siguiendo la estela griega de Syriza
y su sorpasso al PASOK en 2015.
Respecto
a lo sucedido hace ya cuarenta años con el PCI poco hay que decir que no se
haya dicho ya. Respecto a lo que está haciendo el gobierno de la
socialdemocracia en Grecia la huelga protagonizada por la clase obrera helena
el 8 de mayo y la forma en que fue reprimida por la policía de Tsipras son todo
un ejemplo. No hay medida contra la clase obrera a la que se haya resistido ese
gobierno, que por lo demás refuerza día a día su colaboración con EEUU, el
sionismo israelí y la OTAN; además de participar abiertamente de la masacre que
se comete a diario contra los refugiados que llegan a las fronteras griegas
huyendo de la guerra imperialista.
Aprender
de la experiencia propia y de la ajena.
Debemos
aprender de nuestra propia experiencia. Y, si la coalición del ¡Juntos Podemos!
llega al gobierno pactando con el PSOE, no hay duda de que lo haremos más
temprano que tarde. Se constituirá un gobierno burgués de refresco con el
concurso de la nueva socialdemocracia y el oportunismo, en una u otra posición.
Más allá de algunas medidas cosméticas y seguramente espectaculares, como lo
fue patético el OXI del primer ministro griego en el referéndum trampa, se
aplicarán nuevas medidas en contra de los intereses de la clase obrera y de las
masas populares. Que nadie lo dude. Por tanto, miremos a Grecia y aprendamos
también de esa experiencia que, durante la campaña electoral, algunos tratarán
de evitar.
Como en
otros momentos a lo largo de la historia, sin ir más lejos en el 82 del ¡Juntos
Podemos!, la socialdemocracia acude en auxilio del capitalismo cuando este
sistema criminal más lo necesita. Tratarán de canalizar el descontento popular
a los cauces del parlamentarismo burgués, a golpe de falsas promesas, de
sembrar falsas ilusiones. Tratarán de desmovilizar. Y, si no hay alternativa,
llegará inevitablemente la frustración de los muchos que honestamente han
depositado su confianza en estas fuerzas tramposas. Con ello prepararán las
condiciones para una salida aún más reaccionaria a la crisis. Debemos
impedirlo.
¡Ninguna
confianza en la nueva socialdemocracia!
No nos
dejemos engañar. No hay salida para la clase obrera en el capitalismo. Ningún
gobierno burgués respetará los intereses de los trabajadores y trabajadoras, de
la inmensa mayoría social. Los sectores que no se dejan atrapar por las falsas
ilusiones oportunistas y socialdemócratas deben reagruparse en torno al Partido
Comunista de los Pueblos de España, deben llamar al voto comunista.
La
tarea del momento es preservar la independencia de la clase obrera, mediante un
programa político ajustado a las necesidades inmediatas del pueblo, defendido
intensificando la lucha de masas, enfrentando las falsas ilusiones con
argumentos, generando las condiciones que permitan, más temprano que tarde,
disputar el poder. Porque, al fin y al cabo, esa es la pregunta que debemos
hacernos quienes vivimos de nuestro trabajo: ¿qué clase está en el poder?
Porque con el ¡Juntos Podemos! o sin él, se mantendrán en el poder los
explotadores y ladrones de toda condición y de todo color político.
Hay que
decir ¡basta! Nuestra clase obrera y los sectores trabajadores de nuestro
pueblo están en condiciones de producir todo lo necesario para satisfacer las
necesidades populares. Debemos luchar por la socialización de los medios de
producción, para que sea esa misma clase obrera que todo lo produce quien
dirija y controle, evitando que los beneficios vayan a manos de una parasitaria
oligarquía en vez de atender de forma inmediata las necesidades de nuestro
pueblo. Debemos romper con la Unión Europea de los monopolios y con esa
alianza criminal que es la OTAN, debemos defender una política de paz, basada
en la solidaridad internacionalista. Debemos cambiar la correlación de
fuerzas para un nuevo poder, obrero y popular, al servicio de las mayorías.
No cabe
duda de que, como siempre a lo largo de la historia, desde los altavoces y las
tribunas cedidas por el poder, apelarán a la “unidad de la izquierda” alegando
que el momento es histórico. Nosotros y nosotras, comunistas, seguiremos
defendiendo el nuevo rumbo, el único que permitirá superar la barbarie.
¡En pie
y a combatir!
¡Ni
falsos cambios, ni falsas ilusiones!
¡El
voto obrero y popular por el poder obrero y popular!