Después de haber reflexionado
sobre cómo el imperialismo usa la idea de cosmopolitismo para imponer la forma
de vida de aquéllos países imperialistas más poderosos, pasamos en este
artículo a analizar un caso concreto: el caso de la cultura popular andaluza,
la cual ha sido atacada fuertemente.
En un artículo
anterior[1], situábamos una serie de claves para comprender
cómo el “cosmopolitismo” lleva, dentro del capitalismo, a una pérdida
de la cultura popular. De este modo, el imperialismo usa la implantación de
una cultura “estándar” y propia de los países imperialistas más poderosos como
forma de dominación sobre el resto.
En el presente
artículo toca ahondar un poco más en ejemplos del tema, que en el
anterior fueron sólo tocados por encima. Como se mencionó ya, debe quedar claro
que la finalidad de este artículo no es, ni mucho menos, menospreciar la
introducción de rasgos culturales ajenos a un pueblo, pues esto sería negarnos
a un enriquecimiento necesario; asimismo, tampoco debe confundirse esta
reivindicación con un ensalzamiento de la parte religiosa y conservadora que la
burguesía se empeña en añadir a esa cultura popular.
Por contra, se trata de
hacer ver, con ejemplo, aquello que situábamos: cómo el imperialismo
acaba con las culturas autóctonas y unifica los modos de comportarse y ser de
todos/as nosotros/as, casualmente siempre en la forma en que se comportan y son
los/as ciudadanos/as americanos.
De este modo, por un
lado y desde un punto de vista global, no podemos dejar de fijarnos en
algunos casos palmarios en los que nos encontramos con esta pérdida de
la cultura popular frente a esa parte cultural del imperialismo que
estamos llamando “cosmopolitismo”. Hay culturas, como la estadounidense,
que se imponen ineludible, de la cual conocemos muchos datos, características y
con la que cada día más vamos compartiendo modos de vida; frente a ella, apenas
conocemos nada de la cultura china, más allá de la comida que
podemos consumir en un restaurante chino o de los estereotipos que desvirtúan
la realidad.
Pero, por el otro,
fijándonos en algo mucho más concreto, la ya nombrada cultura andaluza
sufre un doble ataque en este intento por destruir su significación y
de que de ella sólo quede un esqueleto vacío.
El primero de los
ataques consiste en, además de la imposición de cánones culturales
extranjeros propios de la clase dominante de aquéllos lugares de los
que salen, de unmenosprecio absoluto de la cultura andaluza que la
reduce poco menos que al estereotipo de la ignorancia y la pereza. No es raro
entender a qué nos referimos con esto si nos fijamos en cómo los/as
andaluces/zas tenemos fama de ser un pueblo que en lugar de trabajar (y esto
sirve de excusa a la clase dominante para explicar la pobreza en nuestra
región) pasamos el día de bar en bar, tomando el sol o sentados en una plaza.
Otro ejemplo es el de la ignorancia, la cual se nos achaca muchas veces
simplemente a nuestro acento o forma de expresión, llegando a afirmarse que “no
sabemos hablar”, o que hablamos como bestias simplemente por no pronunciar las
“s” o por decir “socio” cuando le hablamos a alguien. Todo esto, además, se
fomenta con los estereotipos que se difunden de cómo debemos comportarnos, los
cuales incluyen un castellano “neutro” y una ausencia absoluta de expresiones
propias de cada una de las provincias o pueblos andaluces.
El otro ataque, el
segundo del que hablábamos, viene precisamente de la costumbre de tomar
y resaltar otros rasgos de la cultura popular andaluza en aras de sacar
beneficio económico dentro y fuera de Andalucía. Un ejemplo de esto es el
flamenco, el cual es sacado absolutamente de su contexto, aislado del mismo y
utilizado en cualquier rincón de España como reclamo turístico. Además, fuera
de las fronteras españolas es común identificar a éste, al flamenco, a las
mujeres vestidas de “gitanas”, a las sevillanas, etc., con lo español,
uniformando nuestra cultura y reduciéndola, de nuevo, a meras costumbres
aisladas del contexto en el que se dan. Esto, por supuesto, no sólo afecta
negativamente a la cultura andaluza; además, hace lo propio con la del resto de
España, obviándola a veces absolutamente e identificando a todos los pueblos de
España con el flamenco, las tapas y las sevillanas.
Por último, antes de
acabar este artículo me gustaría señalar, aunque no lo desarrolle debido a la
extensión que merecería, que se ha intentado que la cultura popular
andaluza se muestre como algo uniforme en todo el territorio andaluz,
pensando que las tradiciones en Andalucía se llevan a cabo igual en todas las
provincias y pueblos e incluso incorporando elementos propios de uno de ellos
en el resto. Esto, de nuevo, responde a ese intento de ir limando y eliminando
todo lo popular que pueda tener un territorio, allanando el camino para la
introducción de nuevas formas de vivir y ser que encajen más con la potencia
imperialista de turno.
En definitiva, se
trata de otra forma de arrancar a los pueblos algo que le es propio y
que es una fuerte herramienta para que tomen conciencia de los ataques
culturales que pueden llegar a sufrir por parte el imperialismo, tanto
“disecándolos” y arrancando sus costumbres de allá donde cobran sentido y
pueden unir al pueblo, como menospreciándolos y eliminándolos.