En breve se va a cumplir un año de la publicación de mi libro de poemas y
relatos sobre la recuperación de la memoria histórica, El llanto, la
sangre, el fuego (Editorial Alhulia, 2012). En estos once meses, se ha
despachado casi completa la primera edición (NOTA: quedan poquísimos
ejemplares, así que si te interesa tener uno y aún no lo tienes, date prisa:
diez euritos y te lo mando por correo). Desde su publicación, he recibido
algunos correos electrónicos donde la gente me comentaba algunos aspectos del
libro o simplemente me daba su opinión. El último, hoy mismo. Esto me ha hecho
acordarme del disco que publicó Elvis Presley en noviembre de 1959, titulado 50.000.000
de fans de Elvis no pueden estar equivocados y he pensado, si Elvis lo
hizo, yo no voy a ser menos.
Lo mío es un poquito más modesto que lo del Rey,
pero qué coño, ¡13 lectores de Rafael Calero Palma tampoco pueden estar
equivocados! Como mis libros no siguen los caminos del mainstream y
nunca me van a hacer una reseña en El País o el ABC,
no me queda otra, que hacerla yo mismo.
Ahí van algunas de las opiniones que he recibido por correo electrónico en
estos meses sobre El llanto, la sangre, el fuego.
Empiezo con mi paisano, Antonio Cabello, que me escribió
diciéndome: “Enhorabuena por este libro, y darte las gracias por la parte
que me toca, por dar a conocer estos relatos tan impresionantes como reales.
Aunque sean duros para los familiares de los protagonistas, que no se quede
nada sin contar, sin escribir, de las barbaridades que hicieron y de las vidas
y familias que destrozaron.”
Mi amiga Ester, desde Granada, opinaba que mis relatos “…Son
universales.” Y concluía con esta frase categórica: “Has hecho un
buen trabajo.”
Antonio R. A. me escribió con el siguiente mensaje: “Rafa, te nombro como si te
hubiera conocido de toda la vida, pero la verdad es que no te conozco, sólo
conozco tu voz a través de tus letras y yo te digo, sigue así, Rafa, que hay
muchas cosas que no pueden quedar impunes.” Completamente de acuerdo, Antonio.
Seguiremos denunciando y contando la historia como fue, no como los fascistas
quisieron que fuera.
Mi amigo Piwi, transmitiéndome esta información: “A la gente
que le pregunto sobre tu libro, todos me han dado críticas positivas, todos
coinciden también en que es bastante duro.”
Juani me escribió un extenso correo
compartiendo conmigo sus impresiones sobre el libro: “He llorado, he sangrado y
he ardido leyendo las historias de tu libro, canalladas que flotaban en el aire
de nuestro pueblo y que tú has convertido en literatura. Hechos que mi abuelo
me contaba por haberlos vivido de cerca en la piel de vecinos o que había
escuchado en voz baja, en boca de algún superviviente de la barbarie. (…)
"El reloj de oro", (…) esconde un relato terrible y por desgracia
real. "Viento del pueblo"..."me lleva" directamente a
Miguel Hernández. En "Que sea la última vez que dices esas cosas",
comienzas con un: "Me cago en dios..." y creo recordar que eso
mismo gritó por las calles de París, un gran Marlon Brandon, en la versión
original de El último tango en Paris cuando empezaba dicha
película. "Días de escuela" como la canción de Asfalto... La
aparición, al principio, en segundo o tercer plano y después convertido
en protagonista, de "Juan el Fandangos" me trae a la memoria la gran
película "Vidas cruzadas" (Short Cuts, de Robert Altman), en
la que sale nuestro admirado Tom Waits... Mi relato preferido es
"Piedras" me parece un bálsamo en medio de un libro durísimo, a pesar
de ser también una dura historia, y me recuerda a la magnífica fotografía de la
película Las horas...
Algún tiempo después, desde la ciudad de Córdoba me escribió Antonio
P. M. el siguiente texto:“El llanto, la sangre, el fuego. Relatos conmovedores. Espeluznantes historias. Este libro de 181 páginas,
debería tener un millón de páginas, como un millón de muertos que dejó el
dictador con sus amiguetes, guardias civiles y falangistas, y que estuviese en una
estantería de honor y a mano rápida en la Biblioteca Nacional, para que no se
olvide, porque la gente últimamente es muy olvidadiza (…). Por eso, amigo Rafael, te felicito,
porque siendo de una generación bastante alejada de aquella situación, has sabido
aportar a la historia unos datos, unas referencias, para todo aquel que tenga
voluntad de repasar y que no caiga en el olvido. Un pueblo que olvida su
pasado, no pone medios para que no vuelva a suceder, un pueblo sin historia, un
pueblo que no reivindica, es un pueblo muerto. Yo no quiero que así sea mi
pueblo.
Desde Barcelona y vía Facebook, Carmen
Palma (sí, es mi prima, pero eso no hace que su opinión sea menos
válida,) decía que El llanto, la sangre, el fuego "tiene
momentos muy emotivos, y fuerza en el relato.” Me encanta lo de
la fuerza en el relato.
También mi amiga Teresa me
escribió desde Sevilla: “Estoy leyendo tu libro, pero poco a poco. Ya te
comenté que no puedo leer cosas tristes (…) Creo que tus palabras son fuertes y
que están llenas de verdad. “
Julia Mota, desde Hosptalet, que me prestó la carta de su abuelo Arturo Lodeiro para
ilustrar la portada del libro, me escribió un par de veces para darme su
opinión. La primera vez, al recibir el libro por correo, me dijo: “me
encanta, gana aun más en la mano, el sobre tiene el color idéntico al original,
en la foto que me enviaste se veía más claro. Este fin de semana lo leeré, (…)
de momento, en todos los capítulos que me he mirado, ya puedo decirte que, como
no podía ser de otro modo, tienen tu sello de contundente fuerza.” Tras su
lectura, Julia me volvió a escribir las siguientes palabras: “Ya me
he leído tu libro, me ha gustado mucho, toda tu obra emana energía, como todo
en la vida, las mismas historias, depende quien las cuente, adquieren
más o menos fuerza, y la tuya llega directa al corazón. Imagino que a
cualquiera que lo lea le encantará.”
El director de la Biblioteca Pública de Llerena, F. Mateos
Ascacíbar, desde Llerena (Badajoz) también me dejó su opinión, con el
siguiente texto: “Buenos días Rafael, siento no poder asistir a esta
presentación de tu libro. Lo he leído completamente y me ha emocionado. Has
conseguido un buen trabajo de memoria con una reivindicación muy clara. Elvalor
literario lo engrandece más. Un libro a propósito, justo y bien escrito. La sencillez
de su propuesta es una muestra de su coraje. Sé de lo que hablo porque también
he tenido que afrontar estudios de este tipo aquí en Llerena; los testimonios
orales tienen una carga emocional muy pesada y te dejan huella. La mezcla
en nuestra inteligencia de los dos contextos, aquel que ellos vivieron y éste
en el que ahora vivimos todos nosotros, trenzan un tapiz paradójico
inquietante. Espero que su difusión sea importante porque su valor lo merece.” Y
se despedía enviándome un abrazo desde Llerena.
El escritor Fernando Barbero Carrasco, autor de varios libros
sobre el tema del anarquismo (el más reciente el muy recomendado Anarquistas
vengadores (Ediciones Queimada, 2013), me escribió en el mes de agosto
el siguiente texto:“¡Me bebí tu libro en dos días! Me ha emocionado
profundamente, es muy bueno y se nota que detrás de los dedos que pulsan las
teclas, hay un corazón.
También me escribió el gran Antonio Orihuela, extraordinario
poeta y ensayista, hermano de versos libres y libertarios, pero mejor ser
humano. Decía así:“Rafael, mil gracias por haberme pasado este libro de
memorias tristes que es EL LLANTO, LA SANGRE...con el que
me he enrabietado, enfurecido y sobre todo, me has dado nuevos argumentos para
seguir defendiendo a las víctimas de aquel genocidio... Es un gran libro, se
lee como un palimpsesto,como una cremallera que se abre y se
cierra, me ha gustado su despliegue y el tratamiento que has hecho en esa
mezcla de poesía y prosa, de investigación histórica y libre imaginación, un
gran libro, sin duda, al que le deseo todo lo mejor.”
Y por último, Cecilio Gordillo, una de las personas que más han
hecho en esta España mía, esta España nuestra, por recuperar la memoria de los
vencidos, puestos contra la pared, me ha escrito hoy mismo con este breve
texto: “Amigo Rafael, he acabado de leer el libro ayer noche. Duro, muy duro
(…), pero también es verdad que en algunos momentos se me ha escapado una
sonrisa (solo para mí) por eso del Betis. También me he identificado con
"Juan, el cojo" no solo por lo de cojo, sino también por los tacos
que soltaba.”
Pues ahí queda eso. A todas las personas que han comprado o leído mi libro,
a los que me habéis escrito para darme vuestra opinión, a los que me la habéis
dado cara a cara, un millón de gracias.