El próximo 20 de Diciembre tendrán lugar las
elecciones generales más importantes desde la transición del franquismo a la
monarquía parlamentaria. Se trata de un momento crucial en el que las clases
dominantes tratarán de plasmar el intento de reorganización del sistema
burgués, que se viene preparando en lo últimos años.
Crisis en la cúspide y reorganización burguesa.
El PCPE viene explicando desde hace tiempo cómo lo que en inicio fue una
crisis económica capitalista se fue transformando, progresivamente, en una
crisis en la cúspide. Los de arriba ya no podían seguir gobernando como antes,
pues los pactos alcanzados en la transición del franquismo a la monarquía
parlamentaria daban contantes muestras de agotamiento y, al mismo tiempo, se
manifestaba una creciente desafección popular hacia las instituciones, tras
años de políticas antipopulares, que mermaba la legitimidad con que las clases
dominantes vienen ejerciendo la dictadura capitalista.
Ante el claro inicio de una crisis en la cúspide, en la que se veían
implicadas las principales instituciones del Estado (monarquía, sistema de
partidos políticos, modelo territorial, etc.), había que actuar. Desde el poder
se puso en marcha una operación de alto calado estratégico dirigida a
recomponer la dominación del bloque oligárquico que domina España con mano de
hierro. Era necesaria una reorganización que pasaba por canalizar la respuesta
popular a las políticas de gestión de la crisis dentro de los márgenes de lo
asumible. Para ello se favorecieron
todo tipo de iniciativas políticas dirigidas a canalizar la ira popular,
tratando de impedir que los de abajo dejasen de querer vivir como antes.
Por tanto, desde los monopolios mediáticos se canalizó el descontento hacia un
programa democrático de mínimos dirigido a la reforma democrática del
capitalismo, como si tal cosa fuera posible. Al mismo tiempo se atacaban con
saña las formas organizativas y de lucha del movimiento obrero y sindical,
poniendo de relieve sangrantes casos de corrupción en la que están implicadas
las mismas cúpulas sindicales que se apartaron radicalmente de toda concepción
clasista de la lucha, tratando de restringir y de criminalizar el derecho de
huelga, atacando la negociación colectiva y el derecho de organización sindical
en la empresa y, en todo caso, aplicando una dura represión contra el
movimiento sindical combativo.
La operación dio a luz dos nuevas fuerzas políticas llamadas a jugar el
papel de reserva de las fuerzas principales que, desde hace décadas, se turnan
el gobierno español en régimen de alternancia: el PP y el PSOE, ambos sacudidos
por notables casos de corrupción y deslegitimados por las políticas
antipopulares que, tanto en uno como otro caso, aplicaron para gestionar la
crisis capitalista. Podemos y Ciudadanos nacieron para jugar ese papel,
haciendo creer a las enormes masas de descontentos que es posible un capitalismo
democrático, transparente, sin corrupción, con participación ciudadana y
justicia social. Una nueva versión del “capitalismo con rostro humano”
predicado por la socialdemocracia décadas atrás. Un verdadero callejón sin
salida en el que las masas obreras y populares terminan siendo cómplices en una
reorganización del poder dirigida contra ellas mismas, un tramposo juego de
tronos dirigido a recomponer el poder de los monopolios a largo plazo y en el
que, por cambiar para que nada cambie, se procede a sustituir al viejo monarca
por carne de su carne y sangre de su sangre, mientras que los súbditos
continuamos siendo los mismos.
La excepcionalidad de estas elecciones generales.
En este escenario, de la fuerza de partida inicial de los denominados
partidos emergentes, las últimas encuestas, a expensas de los resultados que
arrojen las elecciones catalanas del 27 de Septiembre, otorgan a Podemos y
Ciudadanos el papel de meros acompañantes de PSOE y PP, tal y como ya se
demostrara con los pactos alcanzados tras las elecciones autonómicas y
municipales. El PSOE y el PP en situación de empate técnico, con un 24,6 y un
23,4% respectivamente, y Podemos y Ciudadanos en el papel de fuerzas de reserva
con un 18,6 y un 16%, mientras Izquierda Unidad, a la espera del resultado de
sus desesperados juegos malabares, tan propios del peor oportunismo, agoniza
con un 5% de previsión de voto. Así, el bipartidismo se transforma en una
especie da cuatripartidismo que, envuelto por una buena dosis de manipulación
mediática, se presenta a nuestro pueblo bajo la forma de sencilla elección: o
vota usted al polo centro – derecha, pudiendo elegir a su gusto entre PP o
Ciudadanos, o lo hace usted al polo centro – izquierda, pudiendo elegir
entonces entre PSOE y Podemos (veremos dónde queda IU), en función del cabreo
que el señor o la señora en cuestión tenga.
Pero la realidad es tozuda y el poder del capital se expresa con
coherencia, más allá de las farándulas democráticas. Por tanto, mientras la población discute entre dos caras
de la misma moneda, todo va quedando atado y bien atado. Por tanto, con
absoluta excepcionalidad histórica, se aprueba la Ley de Presupuestos Generales
del Estado y se emprende una compulsiva carrera legislativa, en la que se
enmarcan la Ley de Seguridad Ciudadana y la reaccionaria reforma del Código
Penal, entre otros muchos cambios legislativos, para que la línea que interesa
al verdadero poder, el que tiene su fuente en los consejos de administración de
los monopolios, siga su curso con independencia de que en las elecciones
generales gane uno u otro gestor.
Y es que la jugada es perfecta y así se lo reconocemos al bloque
oligárquico burgués que domina nuestro país. Puede usted elegir entre una
Cataluña independiente o parte de España, pero siempre que los ricos sigan
siendo ellos y los pobres sigamos siendo nosotros y, por supuesto, a la UE y a
la OTAN ni mencionarlas. Puede usted elegir entre polo centro – derecha y polo
centro – izquierda, incluso nos permiten elegir entre dos opciones dentro del
mismo polo, eso sí, de nuevo ellos siguen siendo los explotadores y la clase
obrera, y el conjunto de trabajadores y trabajadoras, los explotados. Y es que
poderoso caballero es don dinero.
La clase obrera ante la lucha electoral.
Al igual que en todos los órdenes de la vida social, la clase obrera debe procurar su más estricta
independencia y unidad organizativa, política e ideológica también en la lucha
electoral. No se trata de votar al buen amo, o al amo menos malo, sino
de votar para expulsar a los amos del poder. La experiencia histórica enseña
que por la vía electoral tan sólo se puede castigar a las clases dominantes y
generarles cierto tipo de problemas de gestión, por tanto la lucha electoral es
parte de la lucha de clases general, en la que nuestro movimiento obrero debe
recuperar sus mejores tradiciones de lucha, de organización y de defensa de sus
intereses de clase.
No hay terreno neutro en la lucha política. Más allá de los cantos de
sirena capitalistas, lo cierto es que hoy este sistema de explotación nada
puede ofrecer a las inmensas masas obreras y populares de nuestro país, que no
sea una lenta agonía y un constante sufrimiento. Lo cierto es que hoy existe un
desarrollo de las fuerzas productivas en el país que permitiría satisfacer las
necesidades del conjunto del pueblo, mejorar las condiciones de vida
sustancialmente y garantizar una sociedad de pleno empleo. Hoy se podría
ofrecer altos niveles educativos y una asistencia sanitaria de calidad para
todos y todas. No existe razón para que el conjunto de nuestro pueblo disfrute
de una vivienda digna, para que se haga realidad la igualdad entre hombre y
mujeres, para el completo reconocimiento de los derechos sexuales de cada cual,
para vivir en armonía con el medio ambiente. Tan sólo hay una condición: los
expropiadores deben ser expropiados, pues su propiedad privada, nutrida del
trabajo colectivo expropiado a la clase obrera, es el único límite real que
impide que vivamos en una sociedad de personas libres e iguales, en una
sociedad socialista – comunista. Y junto a su propiedad, el conjunto de valores
e ideas reaccionarias que anestesian a la clase obrera y a los sectores
populares, impidiéndoles avanzar con paso firme hacia una sociedad
protagonizada por ellos mismos y con el poder y la economía en sus manos.
En estos términos se celebrarán las próximas elecciones generales. Los
trabajadores y trabajadoras deben elegir no entre un polo centro – izquierda y
un polo centro – derecha, ni tampoco en las opciones existentes en cada uno de
esos polos; la verdadera elección será
entre el polo de gestión del capitalismo y el polo revolucionario enfrentado al
poder de los monopolios, a la Unión Europea, a la OTAN y a todas las
depredadoras alianzas imperialistas de nuestros días.
La militancia comunista tiene por tanto un duro trabajo por delante.
Primero es necesario superar las trabas legales que obstaculizan la libre
concurrencia electoral, recogiendo miles de firmas; después será necesaria una
titánica tarea que permita romper el silencio mediático sobre nuestra propia
existencia. Y siempre será preciso que apelemos a los miles de obreros y
obreros, de estudiantes, de vecinos y vecinas de nuestros barrios, junto a
quienes que hemos luchado en los últimos años; que proyectemos esas luchas a la
lucha electoral, que recabemos todos los apoyos posibles, que seamos capaces de
explicar tantas veces como sea necesario lo que hoy puede parecernos obvio y
que coloquemos nuestra propuesta política con audacia, sin concesiones a
diestra o siniestra, con valentía y espíritu combativo, reagrupando al
movimiento obrero y popular en un voto consciente de ruptura que exprese la
fuerza del pueblo trabajador.