Las cosas en el
Ministerio de Educación no cambian a pesar de la elísea marcha del ex-ministro
José Ignacio Wert rumbo a la OCDE. Más bien todo lo contrario, siguen su
cauce natural en el mecanismo de engranaje que ya mencionábamos en esta revista
para perfeccionar la utilidad del sistema educativo dentro del capitalismo: la
generación de obreros eficaces y, además, baratos.
La última noticia es una frase lapidaria del nuevo Secretario de
Estado de Educación, el señor Marcial Marín: "La hoja de ruta pasa por orientar los estudios hacia las necesidades de
las empresas.
Desde primaria a secundaria y la FP". No lo esconden, ni necesitan
hacerlo tampoco. Las empresas tienen necesidades y la educación tiene que
cubrírselas. Más claro, sólo el agua.
Y es que el Ministerio de Educación no se ha propuesto
únicamente elaborar un "mapa laboral" de las salidas profesionales de
los grados universitarios -al más puro estilo Wert hablando sobre qué tenían
que estudiar los universitarios españoles, les gustara o no-. La medida estrella es la guía de los alumnos hacia la FP dual, máximo
exponente de la explotación laboral dentro del mundo académico, desde los
cursos de primaria. Es decir, niños y niñas de 7 u 8 años
empezarán a ser guiados hacia aquellas salidas profesionales que los
empresarios consideran necesarias, lo que viene a suponer una limitación temprana en las posibilidades que los más pequeños puedan tener en
un futuro, y que no va a tener marcha atrás.
No es más que un paso lógico dentro de los que se llevan dando en esta
materia desde
los años 90, y que en los últimos años vemos cómo, cada vez con mayor
frecuencia, asistimos a nuevas medidas impulsadas hacia el encarecimiento de la
educación universitaria -subida de tasas y bajada de becas-, la reducción al
mínimo de la calidad de la enseñanza en estudios medios -masificación de aulas,
reducción del personal docente, recortes en presupuestos- y el impulso de la FP
como alternativa a los estudios convencionales tal y como el propio Marcial
Marín señala en sus declaraciones.
En realidad, todos estos pasos van encaminados hacia una meta: que los empresarios no
gasten demasiado en
obreros altamente cualificados, en un intento más de recuperar el mayor
beneficio posible. Ya se apreciaba en los últimos tiempos estas medidas, con un
porcentaje altísimo de personal sobrecualificado para el puesto de trabajo
desempeñado -lo que indica que aquellos que han terminado estudios superiores
acaban trabajando en puestos que no requieren de una ingente cantidad de
títulos y diplomas para ser realizados, por falta de inversión en esos sectores
donde sí se requiere mano de obra especializada-. La solución propuesta para
evitar en el futuro dicha situación radica en empeorar la calidad educativa de
las más jóvenes generaciones, mientras los empresarios siguen recibiendo
ventajas fiscales y económicas para despedir a gusto y contratar personal nuevo
por migajas.
Y todo esto no se esconde, como ya se ha dicho. Todo lo
contrario, se presenta y se anuncia como algo positivo, porque son medidas que
supuestamente van a favorecer la generación de puestos de trabajo y permitir
que en las familias entren sueldos para comer. Pero nunca se
hablará, por parte de los empresarios y de sus lacayos, del precio que los
trabajadores actuales y futuros van a tener que pagar por beneficiar a unos
cuantos parásitos. Los niños de primaria, para su desgracia, ya van a pagar
desde su infancia dicho precio.
(Fuente de información: TintaRoja)