El pasado lunes, 26 de enero, la presidenta de
la Junta de Andalucía, la socialista Susana Díaz, finalmente decidió deshojar
la margarita de las elecciones anticipadas. En poco menos de dos meses, las
mujeres y hombres de esta tierra seremos convocados a unas elecciones
autonómicas para decidir quiénes gobernarán en los próximos cuatro años (¿?).
Con esta decisión, Díaz daba por finiquitado el pacto que, tres años antes, el
PSOE e Izquierda Unida firmaban para formar un gobierno de coalición que
dirigiera los destinos de Andalucía.
Muchas fueron las voces, dentro y fuera de la propia
Izquierda Unida, que en su momento mostraron su rechazo frontal a dicho
acuerdo. Algunas de ellas bastante autorizadas, como la de Julio Anguita,
figura de referencia para gran parte de la militancia de la coalición. Yo mismo
escribí sobre aquel pacto. En uno de los artículos que por aquellos días
publiqué en varias webs de información alternativa, defendí la tesis de que,
los socialistas no eran —no son, porque nunca lo han sido— de fiar. Y es que no
se puede confiar en un partido que, sistemáticamente, incumple sus promesas
electorales, sus acuerdos, sus líneas ideológicas y todo lo que sea susceptible
de ser incumplido. Y esto no es algo nuevo. Esto ha sido así, desde los lejanos
tiempos de Felipe González.
Otra de las tesis que sostuve por aquellos días era
que cualquiera que caminara de la mano del PSOE en un gobierno, era poco menos
que un suicida, pues la ciudadanía no acabaría por entender que un partido como
IU, que tanto había criticado las políticas neoliberales, que tanto rechazo
verbal había mostrado hacía la corrupción, acabara sosteniendo precisamente a
quienes ponían en marcha políticas de recortes antisociales y a quienes habían
hecho de la corrupción generalizada su modus vivendi. Finalmente, el tiempo no
ha hecho más que darnos la razón a quienes considerábamos un disparate aquel
acuerdo de gobierno.
Después de tres años de gobierno de coalición, creo que
es la hora de reflexionar y pararse a preguntarse para qué ha servido este
gobierno y si se han cumplido muchos (ejem, dejémoslo simplemente en alguno) de
los objetivos que se plantearon al comienzo de la legislatura. Yo, que soy
andaluz y que vivo en Andalucía, creo que no, que la experiencia de cogobierno,
más allá de los logros nominales, no ha servido para nada, ya que desde el
gobierno andaluz, sostenido con los votos en el Parlamento de PSOE e IU, se han
seguido haciendo políticas de recortes, no se ha creado empleo, no se ha puesto
en marcha la tan cacareada banca pública, la educación andaluza sigue dando
pena, la RTVA es una basura de dimensiones bíblicas, no se ha profundizado en
políticas económicas alternativas que favorecieran, por ejemplo, la creación de
tejido cooperativo, no se han llevado a cabo políticas radicales de igualdad,
etc., etc. Y al final, ni siquiera ha salido adelante la ley de memoria
democrática, que prometía un avance real en la recuperación de la memoria y que
tantas expectativas había creado. En fin, desde mi punto de vista, la cosa ha
dejado mucho que desear.
Y si algo ha quedado demostrado tras la experiencia de
coalición entre los dos partidos es que el PSOE fagocita a todas aquellas
fuerzas políticas que se atreven a compartir con ellos el gobierno. Cuando
firmaron el pacto, los socialistas eran un partido herido de muerte, pero
Izquierda Unida con su apoyo, ha conseguido insuflarle vida. Ya le pasó algo
muy parecido al Partido Andalucista. Y tras la coalición con los socialistas,
quedó tan destrozado que apenas ha conseguido levantar cabeza en estos años y
ha terminado por convertirse en una organización residual en la política
andaluza. Mucho me temo que a Izquierda Unida le va a ocurrir algo muy similar.
Las encuestas no son muy favorables para la coalición de izquierdas, y con
Podemos afilando las espadas y pisando fuerte, creo que de cara al 22 de marzo,
IU lo tiene muy, pero que muy complicado, y que la coalición se juega algo más
que el presente.
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