“En las guerras coloniales, tratando de invadir Marruecos,
murieron muchos militares, de sargentos para arriba, ciertamente. Mientras
tanto, la mayoría de los soldaditos españoles eran obligados a ir a esas
guerras. Los soldaditos pobres, naturalmente. Los hijos de los ricos se
salvaban del peligro porque la mayoría de las familias acomodadas -tan
patriotas siempre- pagaban al Gobierno.
Enric
Sopena
La guerra del Rif , la
primera es una campaña casi desconocida y olvidada de las muchas guerras
habidas entre España y Marruecos. Esta tuvo lugar entre los años 1893 y1894 ,
pero la guerra en sí no fue contra el sultanato de Marruecos, como había
sucedido 34 años antes en la llamada Guerra de África entre los años 1859 al
1860. Ahora la guerra era contra las tribus o caviles que rodeaban la ciudad de
Melilla.
De entre los miles de
soldados enviados a esta, como a otras guerras imperialistas en el norte de
África, también se encontraban personas de Aguilar de la Frontera, casi todas
de origen humilde y escasos recursos económicos, pues bien sabido es que las
clases más acomodadas y pudientes de la sociedad, saldaban su deuda
“patriótica” pagando y evitando que sus hijos fuesen a la guerra. Algunas
de estas personas lograron sobrevivir y regresaron y otros quedaron sepultados
en las grandes fosas comunes de la campaña en el continente africano para
siempre, después de perder la vida en el despiadado conflicto bélico.
En los diferentes y sucesivos conflictos producidos en el norte del continente
negro, el Ayuntamiento de Aguilar de la Frontera, para paliar la situación
económica en la que quedaban muchas de estas familias, después de perder en la
guerra a varios de sus miembros acordó socorrer con pensiones a sus deudos así
como ayudar económicamente a las familias, en concreto a los hijos, esposas y
padres de los reservistas movilizados para participar en el conflicto por ser
los cabezas de familia el sostén de todos sus miembros, cuando estos fuesen
llamados a “la defensa de la patria”. Esta medida, además se solía acompañar de
una suscripción pública “patriótica”, para ayudar y socorrer económicamente a
las familias de las personas que luchaban en el Riff.
El día 30 de Octubre del año 1893, la estación del ferrocarril de Aguilar de la
Frontera (Córdoba), era un hervidero de gente. Días antes se había anunciado la
llegada a la misma del Regimiento Saboya, que viajaba en tren para embarcar con
destino al norte de África y tomar parte en la guerra desatada.
Desde las primeras horas de la mañana, el estruendo de los cohetes alertaron a
todos los vecinos. Los cafés y círculos se encontraban repletos de gente. Y en
el Circulo de Fomento, los socios habían organizado una colecta para agasajar y
obsequiar a los oficiales del Regimiento Saboya, (que habían aprovechado su
parada en la estación para ser homenajeados en el pueblo). En el Circulo se
decía … que todo honor era poco para los valientes oficiales y soldados que
marchaban a vengar la sangre de nuestros hermanos derramada en los campos de
Melilla.
A medio día todos los establecimientos del pueblo estaban cerrados y la
charanga de Aguilar tocaba notas alegres en el interior del Circulo de Fomento.
Las campañas de las iglesias y parroquias no dejan de sonar y la gente se
agolpa en el camino de la estación para bajar a ver a los soldados que marchan
a la guerra. Comienzo a llover, pero la lluvia no representa ningún impedimento
al bullicio y la algarabía popular. Es una fiesta.
La
banda de música, espera en el andén la llegada del tren militar al son de un
alegre pasodoble, entre la muchedumbre que abarrota la estación y grita y da
vivas a la patria y a la hora nacional.
La fuerte lluvia desatada y la larga espera de más de cuatro horas hasta que
ven llegar el tren es un aliciente. El fervor y el entusiasmo es indescriptible
a la llegada del expreso con las tropas a bordo. La música vuelve a sonar y los
cohetes no paran de tronar, una y otra vez.
Bajan del tren algunos soldados. El abandera agita la bandera del Regimiento y
los soldados se funden entre el gentío en abrazos y señas de afecto. Gritos,
gritos patrióticos se oyen por doquier … ¡Viva la patria¡ ¡Viva el ejército
español¡ ¡Mueran los moros¡.
Una comisión municipal presidida por Eloy Juares, teniente coronel en la
reserva, se acerca al tren y saluda al coronel del Regimiento, el coronel Diego
de los Ríos, a quien le hace entrega en mano de dos magníficos libros, donados
por D. Salvador Abarzuza, que tratan sobre la pasada guerra de África.
Después se procede a repartir entre los soldados del Regimiento doscientos
cincuenta puros y dos arrobas de vino, regalo también del mismo señor. En
nombre del Ayuntamiento se hará entre al Regimiento de Saboya de dos cajas de
botellas de vino para los oficiales y ochocientos puros.
D. Ricardo Aparicio y Aparicio, ordenó telegrafiar a la estación de Campo Real,
para que a la llegada del expreso tuviesen preparado agua en abundancia para
los soldados, ya que han agotado toda la que había en el restaurante de la
estación y la que había en los muelles.
El tren emprende su marcha lentamente entre el traqueteo metálico y los
silbidos de vapor. Va camino a la guerra. ¿Cuántos de estos desdichados
soldados volverán con vida?. En sus alforjas, vino y puros para aliviar el
dolor y la pena de no volver jamás.
La música toca la “marcha real”. Se oyen vivas al Rey y a España. Vivas a
la patria y al ejército español.
El largo tren se aleja, para no volver, los soldados agitan sus pañuelos y gorras. Han sido llamados a defender a la patria. Quizás se dejen la vida en
ello.
Autor: Rafael Espino Navarro