A estas
alturas, creo que si podemos confirmar lo que adelantábamos en el primer
relato, ... que ...“la historia de un pueblo es la historia de sus crímenes” y que a través del conocimiento de
estos podemos reconstruir la historia y conocer parte del pasado de ese pueblo.
Conocer los crímenes, los asesinatos, reyertas y suicidios
cometidos en nuestra localidad en el pasado nos puede acercar mucho al
conocimiento de los seres humanos que lo habitaron en otras épocas pasadas, no
muy lejanas, además de permitirnos también conocer la sociedad en la que
ocurrieron los asesinatos más repulsivos que puedan cometer las personas.
A lo largo de los distintos capítulos ya publicados he intentado
acercar al lector a algunos de los hechos delictivos más impactantes ocurridos
en la sociedad aguilarense a lo largo del pasado siglo XX.” Historias veridias,
que ocurrieron de verdad y que recogen la radiografía de la delincuencia local
más aséptica.
Sicarios, delincuentes, policías, señoritos … víctimas y
verdugos, van conformando las piezas de un puzzle que reflejara la sociedad
aguilarense de otras épocas a la par que nos ayudan a explicar los crímenes
pasionales, económicos y políticos cometidos en estas calles y entre sus
gentes.
Las reyertas, disputas , riñas e intereses nos acercan a lo mas
inverosímil, la propia bajeza humana escondida en multitud de disfraces. Tras
esos tenebrosos disfraces, personas de carne y hueso, con nombres y apellidos,
personajes todos ellos, capaces de cometer los crímenes más atroces, en una
época donde la violencia convivía en todos y cada uno de los ámbitos más
cercanos, … el amor, la familia, los amigos, el trabajo o el ocio no se
libraron de sus largos y pegajosos tentáculos... conformando así un entramado
social donde la actuación violenta pertenecía al propio ser de las personas y
donde la solución a cualquier conflicto , fuese de la índole que fuese, pasaba
por su aplicación.
La reyerta de la Plaza Alfonso XIII. 1929.
A las tres y media de la tarde del día 21 de Octubre del año
1929, se registró en Aguilar de la Frontera, uno de los hechos mas sangrientos
protagonizados durante los años de la dictadura de Primo de Ribera. Una colosal
reyerta que consterno al vecindario.
Una de las camionetas ómnibus que hacían el recorrido desde la
estación del tren hasta el centro de la ciudad, transportando en su interior,
pasajeros y equipajes, además de pequeña paquetería, llegó a esa hora como
hacía cada a la taberna que existía en la Plaza Alfonso XII, propiedad de
Manuel Jiménez Toro.
La camioneta que era propiedad de Antonio Fernández Zurera,
había terminado ya ese día todos sus servicios. En el interior de la misma,
acompañaba a Antonio, su hermano Rafael. Ambos terminada la jornada de trabajo,
decidieron entrar en la taberna a tomar unas copas de vino.
En el interior de la taberna, se encontraron tres vecinos de
esta población, José Zurera Palma, José Fernández Coeña y Juan López Arenas,
los cuales acordaron con Antonio y su hermano Rafael, que como sus domicilios
se encontraban algo alejados, pues los tres vivían en la calle San Cristóbal,
iban a utilizar los servicios de Antonio, para que este les llevas en la
camioneta lo más cerca de sus casas, a cambio de que cada uno habría de pagar
setenta y cinco céntimos de peseta por el transporte.
Una vez hubieron llegado a la calle San Cristóbal, los cinco
hombres entraron en la taberna de Francisco Mata Zurera, apodado el Pullón,
donde todos volvieron a tomar de nuevo unos vasos de vino.
José Fernández Coeña y Juan López Arenas, pagaron al chófer, la
cantidad previa estipulada, pero José Zurera Palma, se negó a hacerlo diciendo,
que en ese mismo momento carecía de dinero.
Acto seguido, por este motivo se entabló una gran discusión,
ente el chófer Antonio y Jóse Zurera, discusión que continuo durante algunos
minutos calentando el ambiente y dando paso a las ofensas personales y
familiares.
Debido al estado de excitación alcanzado, José Zurera, sacó del
bolsillo una navaja de grandes dimensiones con la que asestó a Antonio una
puñalada en la espalda.
Antonio, herido en la espalda con una herida grave de grandes
proporciones, sintiéndose atacado de nuevo por José, intentó quitarle la navaja
de la mano, lo que le costó otra herida en su mano derecha.
Viendo que José no desistía y volvía de nuevo a atacarle con la
navaja, sacó del bolsillo de su chaqueta una pistola y disparó contra el
repetidas veces hasta que lo vio caer al suelo, al parecer muerto.
El dueño del bar, al intentar separarlos, también recibió en una
mano un corte de gran profundidad de la navaja que portaba José Zurera.
Alertadas las autoridades y la guardia civil, los heridos fueron
conducidos inmediatamente al Hospital, donde fueron atendidos por los doctores
Olegario Pérez Jiménez y Miguel Jiménez Claveria, además del practicante Manuel
Barragán Miranda.
José Zurera Palma, fue atendido de una herida de bala con
orificio de entrada sin salida en el cuello, de carácter grave. Antonio
Fernández Zurera lo fue de una herida por arma blanca en el cuarto espacio
intercostal que le llegaba hasta el pulmón. Francisco Mara Zurera de una herida
por arma blanca en la mano izquierda y Rafael Fernández Zurera, de herida de
arma blanca en la mejilla izquierda y costado izquierdo.
Las primeras diligencias oficiales fueron practicadas en el
Hospital y en el lugar del suceso, por el juez de paz en funciones Bernabe
Pérez Jiménez acompañado del secretario judicial habilitado Juan Sánchez Ruíz y
el celoso comandante de la guardia civil José García junto al jefe de la
policía municipal Angel de Toro y Gutierrez de Salamanca.
Autor. Rafael Espìno Navarro.-