Lo que está pasando en Egipto en los últimos días me deja completamente
anodadado. Más que eso. Estoy alucinando en colores, como si me hubiese
atiborrado de sustancias psicotrópicas y me hallase en medio de un mal viaje.
Esa es la sensación que tengo.
Hace apenas un par de años, las mujeres y hombres de Egipto se alzaron
masivamente contra Mubarak porque querían elecciones libres, libertad y
justicia, acabar con la corrupción y las injerencias extranjeras en su país. En
una palabra: querían democracia. Y hubo elecciones. Y mal que le pese a
Occidente, las ganaron los Hermanos Musulmanes, con Morsi a la cabeza.
Un año
después de aquellas elecciones, una gran parte del país está descontenta con su
presidente. Y seguro que hay muchas voces que piden que se vaya. No lo dudo ni
un instante. Pero el presidente Morsi tiene toda la legitimidad del mundo. No
se puede olvidar que ganó las elecciones con unos resultados aplastantes hace
apenas un año. Que quede claro que yo, personalmente, no siento ninguna simpatía
por los Hermanos Musulmanes, pero tampoco la siento por el Partido Popular.
Juguemos por un instante a la política ficción. El parecido entre Egipto y
España es digno de mención. También en nuestro país gobierna un Presidente que
fue elegido hace poco más de un año, con una amplia mayoría; también aquí las
políticas impulsadas por el ejecutivo gozan de un amplio rechazo entra la
población y también se han producido cientos de manifestaciones en contra.
¿Alguien en su sano juicio se imagina una situación análoga a la egipcia en
España? ¿Alguien en su sano juicio se imagina al ejército español lanzando un
ultimátum similar al que han lanzado las fuerzas armadas en Egipto? ¿Alguien se
imagina que los militares españoles decidieran por su cuenta y riesgo que el Presidente
Rajoy ya no es el Presidente del Gobierno y que, a partir de ahora, ese cargo
lo ocupará Francisco Pérez de los Cobos, Presidente del Tribunal
Constitucional? ¿Alguien se imagina que se declarase ilegal al Partido
Popular y que se clausurasen sus sedes y sus medios de difusión? ¿Alguien se
imagina un golpe de estado como el que tuvo lugar ayer en el país africano en
España?
Lo más alucinante de todo este asunto es que ningún jefe de estado o de
gobierno de cierta envergadura haya dicho ni una sola palabra en contra,
incluido Rajoy, a quien se le llena la boca con la palabra “democracia”, pero a
la que le otorga un extraño significado. Si son amigos míos, si, si no lo son,
no. Que la diplomacia norteamericana y británica no se siente nada cómoda ni
con Morsi ni con los Hermanos Musulmanes es un hecho innegable. Eso es algo que
ya sabíamos de antemano porque ya lo habíamos visto en Argelia cuando el FIS
ganó las elecciones en diciembre de 1991 o en la Venezuela del Comandante
Chávez.
Mientras tanto Egipto, ese país repleto de Historia y de maravillas
naturales y monumentales, va de cabeza a una guerra civil. Europa, en su línea
habitual de mamporrero del Imperio, agacha la cabeza y mira hacia otro lado. Y
los Estados Unidos mueven los hilos de sus marionetas sin cortarse un pelo.
Asco de mundo.
Rafael Calero Palma